Josías
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Josías comenzó a reinar siendo un niño de ocho años, reinó treinta y un años. De los veinte reyes que tuvo Judá, él es uno de los ocho que la Biblia destaca que hizo lo recto delante de Dios. El hecho de que 2 Reyes 22: 1 mencione el nombre de su madre, demuestra que ella lo educó para que amara a Dios; tal educación fue fundamental para que Josías fomentara la verdadera adoración. En efecto, Josías fue el último rey obediente antes de la invasión babilónica.
Cuando el joven monarca cumplió veintiséis años, ordenó la remodelación del templo, que ya era muy necesaria; entre los escombros apareció la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia) muy empolvada, pues la nación descuidó durante años el estudio de la Palabra. Es absurdo perder los cubiertos en la cocina o las llaves del coche en su interior. Aún más inverosímil es perder la Biblia en el templo, pero sucedió.
Sutilmente, esa lamentable experiencia la podemos repetir. Cada vez que en la iglesia se habla de cualquier tema ajeno a la Biblia, podemos afirmar que la Escritura se perdió. Pero también la podemos perder en nuestra casa con nuestras posibles actitudes de desinterés; es decir, cuando la escuela, los deportes o los videojuegos ocupan su lugar.
Una importante lección que aprendemos del joven rey es la siguiente: «Al escuchar [...] lo que decía el libro de la Ley, se rasgó la ropa» (2 Reyes 22: 11). Su respuesta fue tan profunda que demostró sensibilidad a la divina voz; no permaneció indiferente al mensaje, se conmovió en su interior. ¿Cuándo fue la última vez que se sacudió tu corazón después de leer o escuchar un mensaje bíblico?
La historia de Josías tiene más que enseñarnos: adoptó medidas claras para actuar conforme a lo que había escuchado. Se propuso limpiar a la nación de todo vestigio de idolatría, de tal manera que no quedara recuerdo alguno del rompimiento del pacto ocurrido en los días del reinado de Manasés.
Las firmes resoluciones de Josías nos permiten recordarlo como innovador. Tuvo la sabiduría de Salomón, el interés por la ley como Moisés y el deseo de realizar un nuevo pacto con Dios como Jeremías enseñó.
