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¿Qué te gusta ver en las personas con las que te relacionas? ¿Qué te atrae en un ser humano? Todos nos sentimos “atraídos” por algo; unos valoramos mucho la sinceridad, otros el espíritu alegre, otros la calma y la paciencia, otros la inteligencia... En una ocasión yo estaba presente cuando una persona le dijo a otra: “Quiero darle las gracias por su sencillez”. Así somos: nos fijamos en aquello que valoramos como importante.
Quiero decirte esta mañana que hay cosas en las que Dios se fija de manera particular. Hablo de actos muy puntuales de los seres humanos que constituyen para él una suerte de espectáculo para disfrutar. Una de esas cosas que Dios nunca pasa por alto es la fe en él.
Nuestro Dios es fuertemente atraído por la fe de un ser humano. En una ocasión, una mujer enferma tocó el borde de su manto sin intentar convertir eso en un acto público, pero Jesús no permitió que semejante demostración de fe quedara en el anonimato. En otra ocasión, un centurión romano le pidió que sanara a su siervo, y la Biblia dice que al oír lo que ese hombre dijo de él, Jesús se maravilló, y dijo a las personas que lo seguían que ni aun en Israel había “hallado tanta fe” (lee Luc. 7:9). A una mujer cananea que buscaba la sanidad de su hija, Jesús la elogió diciendo: “Mujer, ¡grande es tu fe!” (Mat. 15:28). Y él mismo fue quien preguntó: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Luc. 18:8).
En la escena reflejada en el versículo de hoy, Jesús estaba enseñando en una casa cuando llegaron unos hombres con un paralítico, y lo introdujeron por el techo para pedir a Jesús que lo sanara. Estoy seguro de que, si tú y yo hubiéramos estado allí, nuestros ojos se hubieran centrado en el paralítico y en Jesús. El mundo del espectáculo nos ha enseñado a estar pendientes de los protagonistas. Pero en ese momento, el Dios que no puede ignorar la fe se fijó no solo en que había frente a él un paralítico que necesitaba sanidad, sino también en la gran fe de unos hombres que fueron capaces de exponerse ante todos porque creían que Jesús podía hacer el milagro para su amigo. Y la Biblia dice que, al ver la fe de ellos, lo hizo.
Si tú tienes fe, verás la gloria de Dios; pero si Dios puede ver tu fe, él te mostrará su gloria.