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EL DIOS QUE NUNCA ABANDONA A SUS HIJOS

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“Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que se halla en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39).

¡Qué retrato tan completo del amor de Dios! Nada puede hacer que deje de amarnos. Dios nos ama a pesar de nosotros; a pesar del pecado; a pesar de todo lo que hace Satanás para acusarnos ante él, a ver si se desanima y nos abandona. Dios no solo nos ama, sino también está abiertamente de parte de nosotros. Muy lejos de andar buscando razones para abandonarnos, Dios está listo a dar las explicaciones necesarias para justificarnos, pagar las deudas que puedan aparecer contra nosotros y defendernos de toda acusación. Me fascina este cuadro de un Dios totalmente parcializado con nosotros, sus hijos: “Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra?” (Rom. 8:31, NTV). 

¿Y qué pasa si nos falta algo?, tal vez te estés preguntando. Pablo te responde: “Ya Dios entregó a su Hijo para que muriera por ti, ¿cómo no te dará con él todas las demás cosas que necesitas?” (lee el vers. 32). ¿Y si Satanás me acusa ante Dios y presenta mis faltas en público?, tal vez es tu temor. Pablo te responde: “Puedes estar tranquilo, porque Dios es el que justifica” (lee el vers. 33). En otras palabras, el problema del enemigo no es probar que nosotros somos pecadores, eso lo sabe todo el universo; lo que él tiene que probar es que Dios no tiene justicia o méritos suficientes para tratarnos como si fuésemos justos. ¿Y si el enemigo quiere pedir que se cumpla la ley y yo sea condenado?, puede ser otra duda tuya. Pablo la disipa: “Ya Cristo murió por nosotros pagando esa deuda de la ley, y ahora está a la derecha del Padre, pendiente de que su victoria te sea imputada” (lee el vers. 34). Y si la vida me arroja tribulación, angustia, persecución, hambre o desnudez, ¿quedaré apartado del amor de Dios? Pablo te dice: “Tranquilo, de todo eso saldrás vencedor en Cristo” (lee los vers. 36 al 37). 

¿Estás tú, al igual que Pablo, seguro de todo esto? ¿Tienes la convicción de que nada te podrá separar del amor de Dios? 

Nada, ni los poderes de este mundo ni los de fuera de este mundo, ni los problemas presentes ni los miedos al futuro; nada te puede separar del amor de Dios. 

Ese amor que pone al Padre, al Hijo y al Espíritu a obrar en favor de tu salvación.

 

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