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Dios debe tener el primer lugar en nuestra vida. No existe tal cosa como una relación a medias con él, un servicio parcial o una obediencia situacional. Con Dios, no hay compromisos 50/50: o estás dentro o estás fuera, o es blanco o es negro, no existe el gris.
Durante tu existencia vas a darte cuenta de que más de una cosa compite con tu amor y con tu lealtad a Dios; más de una cosa va a tratar de distraer tu atención de tu relación con Dios e intentará ocupar su lugar en tu vida. En esto de conocer y servir a Dios, tenemos que ser intencionales. Tenemos que tener claro qué tipo de riqueza buscamos en la vida: la espiritual, que conduce a la vida eterna, o la material, que solo conduce a una vida cómoda aquí, en esta Tierra.
No te engañes, no puedes estar bien con Dios y bien con el mundo al mismo tiempo. Jesús dijo que no se puede servir a esos dos señores a la vez. Es categórico: ¡no se puede! No hay tal cosa como darle el segundo lugar a Dios. El único lugar que funciona para Dios es el primero. Es como tratar de llenar una vasija con piedras de distintos tamaños y dejar las más grandes para ponerlas al final del todo. Vas a encontrar que, si primero llenaste con las pequeñas, no habrá dónde acomodar las grandes. En tu vida, ¿es Dios lo más grande? Si es así, colócalo en primer lugar, y todo lo demás se acomodará exactamente donde debe ir en la escala de valores cristianos.
Son variados los asuntos que compiten con nuestra lealtad a Dios. Aunque el contexto de Lucas 16:13 enfatiza las riquezas, puede ser que tu lealtad a Dios se esté viendo comprometida por una persona, un hábito, una preferencia, un gusto, una meta material, a lo cual le estás entregando toda tu atención, tu esfuerzo y tu energía. Cuando puedas identificar ese algo, estarás listo para empezar a cambiar el enfoque, pedir a Dios ayuda para reestructurar tus prioridades, y aprender a disfrutar legítimamente de la vida sin comprometer el primer lugar, que debe pertenecer solo a Dios.
¿Está el primer lugar en tu vida reservado, vendido, pagado y comprometido, sin opción a cambio ni renovación de contrato? ¿Le pertenece ya al Señor? ¿Es Dios el único a quien quieres servir? Si es así, entonces di: “Sí, Señor, tú eres el número uno para mí”.