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DIOS ESTÁ A TU FAVOR

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“Esto sé: Dios está a mi favor” (Salmo 56:9).

Qué gran noticia: Dios está a nuestro favor. ¡Y con qué certeza lo afirma el salmista! “Esto sé”. No admite dudas. Y tal seguridad no se fundamenta en un vacío. 

En la Biblia, este es un tema recurrente. Se habla del favor de Dios tanto sobre personas individuales como sobre su pueblo; del favor del rey y los efectos que tiene sobre sus beneficiarios. Proverbios 19:12 dice que el favor de un rey es como el rocío sobre la hierba. 

La palabra hebrea traducida como “favor” significa también buena voluntad, don agradable. Procede de una raíz que tiene el sentido de “satisfacer”, “ser grato”, “agradar” y “colmar de bendición”. Esto significa que Dios tiene la buena voluntad de darnos sus favores para que nos sean gratos y colmen de bendición nuestra existencia, así como el rocío riega la hierba. 

Nehemías pidió a Dios que le permitiera conseguir el favor del rey (Neh. 1:11); Salomón, siendo rey, reconoció lo importante que era para un súbdito tener el favor del rey, e indicó que dicho favor estaba reservado para los prudentes (Prov. 14:35); y quizás el relato bíblico que mejor ilustra lo que significa el favor de Dios es el trato de David hacia Mefi-boset, hijo de Jonatán (2 Sam. 9). Mefi-boset no era merecedor del favor de David; de hecho, como nieto del monarca anterior representaba una amenaza para el nuevo rey. Sin embargo, por amor a Jonatán, su padre, que había sido tan amigo de David, Mefi-boset fue tratado como no merecía. De la misma manera nosotros, como hijos de la ira que somos, lo que merecemos es la muerte, pero gracias a Cristo hemos recibido el favor inmerecido de Dios. 

El favor de David fue incondicional. Mefi-boset no tuvo que cumplir ningún requisito para recibirlo. Igualmente, nosotros hemos recibido la gracia y el favor de Dios no debido a méritos o a obras que hayamos hecho. La Biblia enseña que Dios está a nuestro favor, pero nunca nos dice que haya algo que podamos hacer para que Dios se ponga a nuestro favor. 

El favor de David convirtió a Mefi-boset de enemigo en hijo, y lo sacó del árido escondite al deslumbrante palacio del rey y a su abundante banquete. Nosotros también, debido al favor de Dios, hemos pasado de enemigos a hijos, y tenemos la esperanza de que viviremos con él por siempre. Ahora bien, hay algo en el favor de Dios que supera con creces al favor del rey, y es que el favor de Dios dura para siempre (ver Sal. 30:5). ¡Disfrútalo!

 

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