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DIOS NOS PURIFICA

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“Dios, tú nos probaste, nos refinaste como se afina la plata” (Salmo 66:10).

Nuestro Dios nos purifica. Obviamente, esto significa que no somos puros, pero que existe una forma de que lleguemos a serlo: permitiendo que el poder de Dios obre la purificación en nosotros. Y, como nos podemos ver gracias al texto de hoy, esa obra de purificación hace necesario que seamos probados, así como es probada la plata: “Lo fundiré como se funde la plata”, dice el Señor; y así “él invocará mi nombre” (Zac. 13:9). ¿Cuándo sabe el orfebre que la plata ha alcanzado el nivel óptimo de pureza? Cuando pasa la prueba de que el orfebre se vea reflejado en el metal. Lo mismo sucede en nuestra relación con Dios: cuando lo reflejamos, estamos dando muestras del proceso de purificación que Dios obra en nosotros. 

El objetivo de la prueba es la purificación del carácter. Las pruebas no tienen el propósito de entramparnos o derrotarnos, sino de mostrar dónde estamos en el proceso de purificación que Dios está realizando en nosotros. En la escuela, el método que más se usa para saber si alguien puede pasar de grado es una prueba o examen; y aunque el propósito de una escuela no es examinar a los alumnos, sino enseñarles, los exámenes evidencian si han logrado el objetivo. Espiritualmente hablando, nuestra vida es una prueba, y “dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman” (Sant. 1:12, DHH). 

Debemos tener cuidado de no pensar que la prueba solo tiene que ver con cosas negativas que nos suceden, porque eso nos impedirá darnos cuenta de que también estamos siendo probados cuando nos está yendo bien. Dios ha visto necesario que tengamos que pasar por diversas pruebas, de distinta naturaleza, para que, sometida a prueba nuestra fe, mucho más preciosa que la plata, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (lee 1 Ped. 1:6, 7). 

Satanás nos tienta, lo cual quiere decir que su propósito expreso es hacernos caer para destruirnos; Dios nos prueba, lo cual significa que nos está dando oportunidades para refinarnos, con la intención de que obtengamos el premio de la vida. 

Satanás nos tienta para que fallemos y así reclamarnos como suyos, aun en contra de nuestra voluntad; Dios nos prueba no para que quedemos mal, sino para mostrarnos su justicia al tratarnos con gracia y misericordia, luego de haber probado que queremos ser guiados por él.

 

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