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EL DIOS QUE HABLA

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“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1, 2).

Jehová es un Dios comunicativo. Desde el Jardín del Edén, donde hablaba con nuestros primeros padres, pasando por el padre de la fe, Abraham, y por Moisés, por medio de quien nos fue dada la ley, y a través de todos los profetas, Dios una y otra vez se ha comunicado con la especie humana. Y el medio de comunicación por excelencia que ha usado el Padre es el Hijo. 

Actualmente, vivimos en la era de las comunicaciones. La cantidad de medios de comunicación que existen es algo nunca visto. Podemos comunicarnos, desde prácticamente cualquier rincón de la Tierra y en un instante, no solo con la voz o con la escritura, sino también con imagen y datos. La persona que no tiene un aparato electrónico para comunicarse en tiempo real está desfasada. Pero en el caso de Dios, la comunicación no es una moda o una etapa en su trato con nosotros. Dios siempre ha sido comunicativo, ha usado distintos medios para lograr esa comunicación y ha estado dispuesto a pagar el más alto precio por mantenerla. 

Esta cualidad de Dios significa, en primer lugar, que no estamos solos ni abandonados a nuestra suerte en un mundo destinado a la destrucción. Mientras Dios mantenga su comunicación, nos está diciendo que él nos ve, que sabe de nuestra situación y que no se ha olvidado de nosotros. Si él está tratando de decirnos algo, es porque le importamos. En segundo lugar, significa que tenemos esperanza de un futuro glorioso. Si Dios continúa comunicándose, es evidente que no nos da por perdidos, que no nos ve como seres para los cuales ya no hay esperanza. ¿Quién perdería su tiempo intentando comunicarse con alguien que ya no tiene la posibilidad de responder a esa comunicación o de beneficiarse de ella? Debemos creer que Dios se comunica no solo para decir que está ahí, sino también para decirnos que tenemos esperanza de un futuro mejor. 

Aunque el pecado tiene la capacidad de separarnos de Dios, no puede separar a Dios de nosotros. Él siempre ha encontrado una forma de mantenerse cerca. Aun cuando haya tenido que venir y llevar a cabo una misión de rescate, la buena noticia es que lo hizo y lo hará hasta el final. Por eso puedes asumir el día de hoy sabiendo que no hay pecado que te inhabilite para recibir la gracia de Dios ni que te impida ir a sus brazos de amor.

 

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