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NUESTRO PADRE ES MISERICORDIOSO

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“Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).

“Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios” (Mat. 12:7, NVI). Estas palabras pronunciadas por Jesús, remitían con ellas, a tiempos del Nuevo Testamento, un pasaje del Antiguo Testamento, Oseas 6:6. Vemos que, para Dios, siempre ha sido importante que sus hijos practiquemos la misericordia. Una de las acusaciones que Jesús hizo a las personas que viven una religión de apariencia y no de corazón es precisamente esa: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mat. 23:23). 

La misericordia no es algo que nos surge de manera natural, sino una virtud que el Espíritu pone en nosotros. Tener misericordia es sentir compasión del prójimo que está sufriendo, entendiendo por prójimo a cualquier persona que en cualquier lugar necesite nuestro amor, nuestro perdón o nuestro sacrificio personal. Ver a alguien actuando con misericordia es un claro indicio de que está siendo guiado por el Espíritu Santo. 

Jesús dice: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Luc. 6:36). Este retrato de Dios nos invita a ser como él es. ¿Y en qué se evidencia la misericordia de Dios? En el trato que nos ha dado a pesar de nuestra rebelión, y en la forma en que nos sustituyó en la Cruz del Calvario, en el pago de la culpa por el pecado. El ejemplo de Cristo muestra que la verdadera misericordia incluye amor, perdón y sacrificio. Se trata de verdadera identificación con el dolor ajeno, sean cuales fueren los lazos que nos unen con el objeto de la misericordia. 

Ser misericordioso (compasivo) no es una opción para el cristiano, sino un llamado, un deber, un aspecto crucial del cumplimiento de la ley. Siendo que no estamos solos en este mundo, sino que somos parte de un todo, debemos desarrollar relaciones interpersonales, las cuales siempre son riesgosas (pueden dejar ofensas, heridas, resentimientos, amargura y odio). Necesitamos el fruto espiritual de la misericordia, de tal manera que seamos capaces de iniciar y mantener un círculo virtuoso a nuestro alrededor. Se necesita, porque hay muchos corazones heridos que quieren ser sanados; se necesita, porque hay muchos que sufren por la indiferencia y desean recibir amor de verdad. No olvides mostrar misericordia hoy y siempre. Porque se necesita.

 

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