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DIOS NOS MOTIVA A ORAR SIN CESAR

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“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar” (Lucas 18:1).

Al presentar a sus oyentes una parábola con relación al tema de la oración, los aspectos que Jesús resaltó fueron dos: 

 

1. La oración es una necesidad;  

2. Lo más importante en cuanto a la oración es perseverar en ella. 

 

Dios quiere que entendamos que no es lo mismo, creer que la oración es buena, que estar convencidos de que necesitamos orar. Y esa es la convicción que Jesús quería poner en nosotros: que veamos la oración como algo esencial, no opcional, ni eventual ni circunstancial. 

¿Por qué la oración es esencial? En la parábola de la viuda y el juez injusto (ver Luc. 18), Jesús nos hace notar las dos razones por las que orar debe ser un hábito en la vida del cristiano. 

En primer lugar, porque hay necesidades que, para suplirlas, requieren de Alguien fuera de nosotros que lo haga. En la parábola, la viuda iba insistentemente a presentarse ante el juez, no porque creyera que fuera bueno ni porque pensará que él la apreciaba, sino porque era la única persona que podía hacerle la justicia que necesitaba. Espiritualmente hablando, una razón por la que necesitamos orar siempre es porque hay cosas que solo nos las puede suplir Dios, y la oración es el medio por el que podemos ir a él y pedírselas. No tiene sentido que una persona que no tenga el hábito de orar esté esperando recibir cosas que solo puede otorgar un Dios con el cual ni habla. Si así fuera como funciona esto de la oración, la viuda de la parábola esperaría que el juez le hiciera justicia sin ir a él a pedírsela. 

En segundo lugar, la parábola muestra que, aunque la viuda necesitaba justicia, el ambiente que la rodeaba era injusto, así que, su única oportunidad era persistir a pesar de las circunstancias, y eso fue lo que hizo. En nuestro caso, no debemos olvidar que el ambiente que nos rodea no nos motiva a buscar nuestro crecimiento espiritual; en realidad, si nos dejamos llevar por la corriente, esas aguas casi siempre nos llevarían lejos de Dios. Por eso necesitamos orar, porque es la oración la que nos mantiene conectados, dependientes y aferrados del Señor. 

 Más vale que lo entendamos: necesitamos orar, siempre y sin desmayar.

 

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