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SOLO DIOS PUEDE JUZGAR

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“No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5).

Si bien el cristianismo promueve la práctica de varias disciplinas espirituales con el propósito de que todos crezcamos en nuestra experiencia de salvación, con toda seguridad podemos decir que, entre esas disciplinas, no está el juzgar a los demás. 

Dios se ha reservado el derecho de realizar el juicio a cada ser humano, y de hecho la Biblia dice que él ha establecido un día en que llevará a cabo esa tarea (ver Hech. 17:31). El apóstol Pablo se refiere a ese día indicando que coincidirá con la venida del Señor. 

Todo juicio que llevemos a cabo está basado en información limitada, y, por lo tanto, es apenas una opinión basada en evidencias incompletas. Esa es la razón por la que más de una vez se ha condenado al inocente y se ha absuelto al culpable. Dios sabe que los seres humanos no podemos juzgar con verdad ni conocimiento completo de causa, y él nunca nos da una tarea que no podamos realizar. 

Por eso nos aconseja no juzgar a nadie antes de que él mismo lo haga. De no seguir este consejo, nos expondremos a creer lo que no es cierto, a condenar al inocente y a ser engañados por quienes, siendo culpables, saben ocultarlo muy bien e incluso hacer que otros parezcan los culpables. 

Más de una vez yo me vi beneficiado porque mis padres pensaron que mis hermanas habían hecho algo que en realidad había hecho yo; pero también he pagado el precio de ver que alguien llegara a creer que yo había sido el causante de su dolor o su problema, cuando en realidad no había tenido nada que ver. He fallado en juzgar a mis hijos, a mi esposa, a mis amigos, a los que dirigen, a los que he dirigido... No ha habido ocasión en que haya querido hacer el papel de juez que no haya cometido errores. ¿Por qué? Porque no conozco los pensamientos ajenos, no sé qué hizo el otro cuando yo no estaba presente, y para juzgar bien tendría que aclarar lo oculto y conocer las mentes. Solo Dios puede hacer eso, y lo hará. 

Hermano, saca de tu lista de tareas pendientes la tarea de juzgar al prójimo. Esa no es responsabilidad tuya y nunca lo será, porque no puedes leer los corazones. 

Cuando venga el Señor, él juzgará.

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