|
Se cuenta que, un día, durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, George Washington se acercó cabalgando a un grupo de soldados que trataban de llevar una enorme carga a un lugar muy elevado. El trabajo era muy duro, y el cabo que supervisaba a los soldados se la pasaba lanzando palabras de ánimo. A pesar de ello, los soldados no lograban completar la tarea. Observando la falta de éxito, George Washington le preguntó al cabo:
–¿Por qué no se une usted y ayuda a sus hombres, que claramente están en apuros?
–¿No se da cuenta de que yo soy el cabo? –respondió.
–Perdón, “señor Cabo” –comentó Washington mientras desmontaba del caballo–; sí, me di cuenta de que usted es el supervisor aquí.
Acto seguido, Washington se puso a trabajar con los soldados hasta que la tarea estuvo completada. Después les dijo, mientras se enjugaba el sudor de la cara: “Si alguna vez vuelven a necesitar ayuda, busquen a su comandante en jefe, el general George Washington, y con gusto vendré a ayudarlos”.
El cabo de esta historia representa a muchos que piensan que, debido a su posición o cargo, están exonerados del trabajo duro o que su parte es solo dar indicaciones. Con toda seguridad podemos decir que entre esos muchos no está nuestro Dios. Dios no es de los que solo mandan o solo animan: él vino del Cielo a salvarnos, está a nuestro lado, listo para hacer la obra que solo él puede hacer. Tenemos la certeza bíblica de que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día glorioso de su Venida (lee Fil. 1:6).
Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy entre ustedes como el que sirve” (Luc. 22:27); “El Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mar. 10:45). En todos los sentidos, nuestra vida es mejor y más esperanzada gracias a que tenemos un Dios que nos ama, y ese amor lo mueve a hacer algo para favorecernos.
Un Dios presto a ayudarnos es una noticia maravillosa, especialmente para aquellos que estamos trabajados y cargados, y particularmente cuando estos trabajos y cargas son de carácter espiritual. Si necesitas ayuda, echa toda tu ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ti (lee 1 Ped. 5:7).