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Es extraordinario el retrato bíblico de un Dios que piensa en nosotros; que, como traducen otras versiones de la Biblia este mismo versículo, nos tiene/toma en cuenta, no nos olvida, nos tiene en sus pensamientos. ¿Por qué es tan extraordinario? Porque nos transmite claramente la idea de que tenemos gran valor para él. Dios, que lo conoce todo acerca de nosotros, hace planes que nos incluyen. Muchas veces las personas, cuando queremos transmitir la idea de que algo no nos importa, decimos: “¡Ni siquiera pienso en ello!” Cuando se trata de nosotros, Dios nunca hace una afirmación tal.
Nos dice también el salmista en el Salmo 40:17 que, aun cuando estamos bajo la aflicción y en necesidad, Dios piensa en nosotros. Muchos, bajo estas circunstancias, tienden a creer que Dios se olvidó de ellos y que ya no le importa su situación, por eso se nos aclara que no es así. Es muy común para nosotros asociar la necesidad y la aflicción con momentos de soledad y abandono, pero nuestro Dios piensa en nosotros sean cuales fueren las circunstancias que nos rodeen.
Si alguna vez has amado a alguien, entonces sabrás que es muy fácil pensar frecuentemente en esa persona. Quieres saber que está bien, quieres encontrar alguna manera de manifestarle tu amor, y en especial, si esa persona amada está enfrentando algún problema, tus pensamientos están con ella más intensamente y buscas la manera de hacerle sentir que no está sola. Esto puede darte una idea de cómo es Dios. Él es como un enamorado que no puede olvidarse de la persona que ama; siempre quiere nuestro bien; está buscando maneras de bendecirnos; quiere que sepamos, que no estamos solos. Y es precisamente cuando algo malo o difícil nos sucede que desea estar más cerca que nunca. Por eso el mismo David escribió que “el Señor está cerca de los quebrantados de corazón” (Sal. 34:18).
Dios piensa en nosotros. “Se acuerda de que somos polvo” (Sal. 103:14). Tiene sobre nosotros pensamientos de paz y no de mal, y se propone darnos al fin la recompensa que tanto anhelamos (lee Jer. 29:11).
Definitivamente, no estamos solos, ni estamos metidos en un callejón sin salida. Nuestro Dios piensa en nosotros, así que, hay esperanza. Viene un futuro glorioso para quienes lo amamos, porque somos parte de sus planes.