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Cuando se cumplieron veinte años de la muerte de Diana de Gales, un documental sobre su vida como madre conmemoro la ocasión. Entre los participantes del programa se encontraban sus hijos, que en la entrevista dijeron palabras que me hicieron llorar.
La misma noche en que Diana murió, los había llamado por teléfono desde París. Ellos se encontraban con su padre y con el resto de la familia real en el Reino Unido. Para aquel entonces, el mayor, William, tenía quince años; y el menor, Harry, doce, y estaban jugando con sus primos. Cuando les pidieron que atendieran la llamada de su madre, los dos sintieron que les estaba interrumpiendo su diversión. El mayor William, hablo apenas cinco minutos con ella, apresurado por colgar para regresar a lo que estaba haciendo. Hoy, muchos años después, afirma: "Si hubiera sabido lo que iba a suceder aquella noche, no hubiera tenido tanta prisa por colgar. Esa conversación se me ha quedado grabada en la memoria como un peso muy grande". El pequeño Harry, ni siquiera recuerda lo que hablo con su madre en aquella ocasión; solo recuerdo que fue demasiado breve. "Me arrepentiré el resto de mi vida de lo poco que duro aquella llamada -afirma delante de las cámaras-. Si hubiera sabido que era la última vez que hablaría con mi madre, le hubiera dicho tantas cosas... Nuestra conversación Hubiera sido muy distinta".
Yo sé que no nos gusta pensar en la muerte cuando estamos vivas, con salud e inmersas en el frenesí de la rutina moderna, pero la muerte es una realidad de la vida que, además, nos da perspectiva. La gente que hoy está a tu lado (y tú misma) algún día dejará de estarlo. ¿Les has dicho todo lo que tienes que decirles? ¿Les has dado lo que necesitan recibir de ti? Si estás apresurando conversaciones e interacciones porque te encuentras demasiado ocupada con tus cosas, quizás quieras reconsiderar un poco el valor de las «cosas» y el de las personas.
Alguna llamada será la última que recibas; alguna caravana será la última que pase... Detén tu montura... Alarga la conversación... Porque la vida es como la neblina, que aparece por un momento y luego se va...
«¡La vida pasa en rápida caravana! Detén tu montura y procura ser feliz». Omar Khayyam.