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Cuando asocio las palabras «Biblia» y «amistad», lo primero que viene a mi mente son estas preguntas:
¿Acaso la Biblia no es en sí misma una invitación a entablar amistad con Jesús?
¿Y acaso la amistad con Jesús no es la puerta hacia la amistad con Dios y, posteriormente, hacia la amistad humana?
La Biblia misma es un llamado a hacer amistad con nuestro Creador y Redentor y, en función de esa amistad primera, enfocar las amistades humanas como un ministerio, es decir, como una oportunidad preciosa de acercarnos a Cristo. Ahora bien, una podría pensar que no es posible que exista amistad entre Dios y el ser humano, pues estamos en planos completamente diferentes. Pero es Dios el que nos ha llamado amigos, dejando claro que sí es posible esa amistad Creador-criatura, aunque no sea de igual a igual.
En Isaías 41: 8 encontramos las siguientes palabras maravillosas, pronunciadas por el mismo Dios: «Tú, Israel, a quien yo escogí, descendencia de Abraham, mi amigo». Si Dios llamó a Abraham «mi amigo» y nosotras somos el Israel espiritual de hoy, queda claro el deseo que tiene el Dios del Antiguo Testamento de hacer amistad con
En Éxodo 33: 11 leemos que «Dios hablaba con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo». Moisés, otro gran personaje que fue amigo de Dios, abre de nuevo ante nosotras la grandeza de poder relacionarnos con Dios como con un amigo. El Señor ha dado ya el primer paso, pues aunque no nos habla «cara a cara» ha hecho algo parecido: nos ha revelado de sí mismo todo lo que necesitamos saber, a través de las Sagradas Escrituras.
Dios nos habla en la Biblia como se hablan los verdaderos amigos: sin engaño, sin rodeos, sin tapujos, sin hipocresías; directo y con contundencia, como quien nos ama profundamente y desea lo mejor para nosotras. Nos ha tratado como se trata a un amigo; y nosotras, como buenas amigas de él, aceptaremos con humildad lo que nos dice, aunque duela.
Dios es el amigo con mayúsculas que nos presenta el Antiguo Testamento. Porque nos ama, se preocupó tanto por nosotras que salió de su zona de confort para venir a rescatarnos, enfrentó al gran enemigo que nos acecha y nos es fiel a pesar de que nosotros no cumplimos nuestra parte del pacto.
«La amistad convierte el amor en conducta». José Vilchez.