|
Recientemente, estuve en el mar Muerto, donde visité Qumrán. Ese lugar tuvo porque me traslado mentalmente en Jesús. Verás, en unas cuevas de Qumrán, un pastor beduino descubrió por casualidad, en el año 1947, una serie de rollos escritos entre el siglo III a. C. y el I d. C. Esos manuscritos contenían fragmentos de todos los libros del Antiguo Testamento excepto Ester. Este descubrimiento nos permite conocer cómo eran exactamente los textos que se leían en los tiempos de Cristo. Ver, por ejemplo, el rollo de Isaías que se encontró allí y que hoy está en el Santuario del Libro en Jerusalén es una experiencia impresionante, porque así se veía el rollo que Jesús leyó en la sinagoga (ver Luc. 4: 16-17).
La arqueología ha dado más vida si cabe a las Sagradas Escrituras, porque los eruditos han podido descubrir que las diferencias entre el contenido de los rollos del mar Muerto y nuestras Biblias modernas son escasas e insignificantes. Como dice el Comentario bíblico adventista: «Los rollos dan un testimonio elocuente de la fiel transmisión del texto de la Biblia hebrea a lo largo de los siglos, cuando la Biblia se copiaba a mano. El descubrimiento de los Manuscritos del mar Muerto nos ha proporcionado una prueba de que en el Antiguo Testamento todavía poseemos la Biblia de Jesucristo en la misma forma que él conocía» (t. 1, p. 38).
«Cuanto más cavamos en las Escrituras, más nos parecen una mina inagotable de verdad» , decía el teólogo, predicador y escritor Charles Spurgeon. Y es porque Dios ha velado desde el principio no solo para que fueran escritas, sino también para que llegaran a nuestras manos prácticamente idénticas en contenido a sus versiones originales. Esto es maravilloso, porque nos da más razones aún para creer en lo que narran y para confiar en el Dios que las inspiró.
Los mismos textos sagrados que formaron la base de la fe de Jesús están a tu disposición hoy, libremente y a precios asequibles (o gratis). ¿Qué excusa tienes, pues, para no leerlos? ¿Será que es posible ser cristiana sin recurrir diariamente a esa fuente que da testimonio de Cristo y del carácter de Dios (ver Juan 5: 39)?
Si deseas que Dios te hable mucho, abre tu Biblia y léela mucho, mucho, mucho. Y mucho.