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Sé El Tipo De persona que quisieras conocer

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«Aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios» (Rom. 15:7, LBLA).

Juan, el leñador, decidió comprarse una sierra eléctrica para que su trabajo fuera más productivo. Una mañana, mientras talaba árboles con su nueva sierra eléctrica, el aullido de un lobo lo distrajo, y se hirió de gravedad en las dos piernas. Los médicos no pudieron hacer nada para salvárselas: Juan quedó confinado a una silla de ruedas. Cuando sus familiares se dieron cuenta de que estaba deprimido, le aconsejaron ir al psicólogo.

Tras cinco minutos de charla con Juan, el psicólogo creyó que su depresión se debía a la pérdida de sus extremidades; fue grande su sorpresa cuando escuchó:

-No es eso lo que me deprime, lo que me deprime es el cambio de trato que estoy recibiendo ahora de mis amigos. Antes me venían a buscar para salir a pasear, pero ya no lo hacen; los viernes íbamos a nadar al río, pero ya no me llevan; ninguno me ha vuelto a llamar para hacer nada juntos.

-Pero no han dejado de invitarte por desamor o rechazo -trató de explicarle el psicólogo-, sino porque la realidad ha cambiado. Te guste o no, ya no puedes ser la persona que ellos elijan para compartir ciertas actividades. Tú ahora debes buscar personas con tu misma dificultad para hacer todas esas actividades que sí puedes hacer y no quieres dejar de disfrutar. Necesitas nuevos pares con quienes compartir las nuevas experiencias de tu vida.

«Personas con tu misma dificultad... Nuevos pares con quienes compartir», se iba repitiendo Juan de camino a casa, para buscar la sierra eléctrica. Planeaba cortarles las piernas a sus amigos, para fabricarse nuevos pares.*

¡Fabricarse nuevos pares! Qué tentación, ¿verdad? ¿Te imaginas que se pudiera cambiar a los demás conforme a nuestras necesidades y preferencias? Esa tentación no se genera en un vacío, sino en la tristeza que nos produce día a día, la distancia, la frialdad, la falta de cortesía o la doble cara de los otros. Olvidamos que nosotras somos los otros de los otros (también generamos tristezas ajenas) y que la bondad y la compasión tampoco se generan en el vacío, sino en el contacto diario con otros seres humanos.

Dice Mateo 7: 12: «Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia». La Biblia nos dice que no se trata de cambiar a los demás, sino de aceptarlos como son y tratarlos como quisiéramos ser tratados. En esa actitud está toda esperanza de cambio en el otro. Lo que pasa es que hay lecciones que, aunque sean gratis, nos cuesta aprender.

«El amor al prójimo es la principal forma de bondad».
Gustave Flaubert.

* Jorge Bucay, Cuentos para pensar (México, D. F.: Océano, 2009), pp. 47-49.

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