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Cargar con la cruz

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«Los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos» (Gál. 5:24).

Jesús dijo: «Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mar. 8: 34). En aquel tiempo, «cargar con la cruz» era una imagen conocida. Los romanos habían hecho de la crucifixión un espectáculo común en sus territorios, incluida Palestina. Cuando una persona era condenada a esa muerte, se le obligaba a llevar a cuestas hasta el lugar de ejecución la cruz donde iba a ser colgado o, como mínimo, el patíbulo, o tronco transversal. «Cargar con la cruz» solo podía significar, como comenta H. B. Swete, «ponerse uno a sí mismo en el lugar de un condenado, camino a su ejecución».*

Seguir a Jesús cargando nuestra cruz es tomar la decisión de dirigirnos al lugar de nuestra ejecución. ¿Y qué es lo que ejecutaríamos allí? Esa parte de nosotras que, si la alimentáramos, nos alejaría de Dios. Porque «los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos» (Gál. 5: 24). Todo discípulo «crucifica» la naturaleza pecadora, las pasiones y malos deseos que lo alejan de Jesús.

Cargar con la cruz, crucificar el yo, olvidarse de una misma no significa no amarnos como si no tuviéramos valor; tenemos valor, ¡y mucho! Fuimos creadas a la imagen de Dios y redimidas por su Hijo. Me gusta cómo lo definió John Stott: «El yo que hemos de negar y crucificar es nuestra naturaleza caída, todo lo que hay dentro de nosotros que sea incompatible con Jesús. Mientras que el yo que hemos de afirmar y valorar es el que fue creado a imagen de Dios, todo lo que hay en nosotros que resulta compatible con Jesús. Olvidarse de uno mismo no es un camino de autodestrucción, sino de autodescubrimiento».

Lo que debemos aprender a negar y rechazar es nuestro orgullo, egocentrismo, falta de dominio propio y fascinación por el pecado. Por supuesto, esta decisión solo se puede tomar y llevar a cabo cuando el Espíritu Santo obra en nuestro interior.

La naturaleza caída se afana dentro de nosotras por obtener protagonismo, pero el único protagonista que puede haber en la vida de una discípula de Cristo es Cristo.

 «La única base para tener una autoimagen positiva es el hecho de que Dios nos acepta en Cristo». Anthony Hoekema 

*The Gospel According to Mark (Londres: Macmillan, 1898), p. 172. **The Cross of Christ (Illinois: InterVarsity Press, 2006), p. 275.

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