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Sin Exagerar

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«Sea su hablar, "sí", "sí", y "no", "no". Porque lo que va más allá de esto, procede del mal» (Mat. 5: 37, RVA15).

«A la verdad, cuando le añades, le quitas», dice el Talmud; pero nos gusta «añadirle» a la verdad nuestro propio matiz, sin pensar que, con ello, le estamos quitando. A esa «añadidura» que le ponemos a lo que es, para que no parezca ser tal y como es, lo llamamos «exagerar». Y exagerar es malo, porque resta, quita, priva. Cuando exageramos nuestros «méritos», nos «quitamos» (privamos de) darnos cuenta de que dependemos de Dios. Él es quien produce en nosotras el querer y el hacer, por su buena voluntad. Él es quien nos da los talentos y crea las circunstancias. Cuando añadimos algo a la verdad mientras contamos a otros lo que hemos hecho, estamos intentando impresionar; pero ¿para qué queremos impresionar a nadie? Lo que debe impresionar son única y exclusivamente los méritos de Cristo. No le quitemos al Señor que le corresponde.

Cuando exageramos nuestros problemas, nos «quitamos» capacidad para gestionarlos. Agrandar las adversidades nos resta fuerza y fe; es una tendencia contra la cual debemos luchar. Como dice el autor Rafael Santandreu: «La gente más sana y positiva tiene el hábito de no exagerar las adversidades y aprende a convivir con ellas; esa es la filosofía ideal para lograr equilibrio emocional».* Aprender a convivir con las dificultades, sin exagerarlas, es un buen camino. Y es un camino que no transitamos solas; Dios nos dice: «No tengas miedo ni te desanimes, porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas» (Jos. 1:9).

Cuando, en conversaciones, exageramos las palabras y conductas de terceras personas, estamos mintiendo. Como dice el refrán: «Exagerar y mentir, por un mismo camino suelen ir». Esas palabras exageradas (mentirosas) dan testimonio de un corazón que no ama, y nos «quitan» el privilegio de hacer amistad, porque «el que pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor» (Prov. 17: 9). Elena G. de White, entristecida por esta tendencia humana de añadirle a lo que otros dicen y hacen, escribió: «Hemos de soportarnos unos a otros y no exagerar los errores. Tengamos compasión por quienes la necesitan. [...] Mi corazón se ha condolido al ver cómo trata un hermano a otro hermano [...] convirtiendo a un hombre en ofensor sobre la base de una sola palabra» (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 275).

No exageremos esa sola palabra; no añadamos nada a la verdad, si es que queremos escapar de la amargura.

«Suprimir la exageración es clave para escapar de la amargura». Rafael Santandreu

* https://salud.ideal.es/psicologia-65/1222-exagerar-es-malo.html [consultado en julio de 2021].

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