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Una caravana de camellos que avanzaba por el desierto llegó a un oasis y el jefe decidió pasar allí la noche. Los hombres instalaron las tiendas para dormir, pero, llegado el momento de atar a los animales, vieron que faltaba un poste. Todos los camellos quedaron amarrados excepto uno. Como nadie quería pasar la noche vigilando a un camello, el jefe tuvo una idea: se acercó al animal, tomó las riendas e hizo los movimientos para amarrarlo a un poste, solo que no existía tal poste. El camello se tumbó, convencido de que estaba sujeto.
Por la mañana, cuando llegó la hora de seguir viaje, un camello no quería ponerse en pie: era el camello del poste imaginario. Los hombres tiraron de él, pero este se negaba a moverse. Finalmente acudió el jefe, se puso frente al animal e hizo los movimientos desatar la cuerda. El camello se puso en pie: por fin se sentía libre.
Así funcionan los complejos: como postes imaginarios que nos roban la libertad. Al compararnos con ciertas realidades y en función de cómo otras personas nos hacen sentir con sus comentarios, muchas mujeres llegamos a albergar fuertes sentimientos de inferioridad: sentimos que somos demasiado feas, demasiado gordas, demasiado bajitas, que tenemos poco pecho o pocas caderas, demasiado pecho o demasiadas caderas, que no somos inteligentes..., y llegamos a vivir encadenadas a conceptos que no debieran tener tal poder sobre nuestras decisiones.
La mejor manera de contrarrestar los complejos es aceptar que no todos tenemos los mismos valores y principios. Cierto, habrá personas a las que les parezcas fea, tonta, irrelevante, pero es porque sus principios se asientan en valores alejados de los principios bíblicos. Lo que nos separa, en realidad, es que no compartimos la misma visión de la vida. ¿Por qué hacer nuestros esos valores trampa de superficialidad y competitividad que la sociedad nos arroja?
Los complejos son terribles, porque suponen someterse a filtros de rivalidad social y superficialidad moral que esclavizan. La mujer cristiana tiene filtros más profundos para utilizar: el amor al prójimo, la solidaridad, la convicción de que fue creada a imagen de Dios. Sabe que ninguna condición física debe restarle libertad al punto de impedir que Dios la use para lo que quiere lograr a través de ella. Sabe que lo único que nos hace libres es conocer la verdad y vivirla. Al ver cómo la vive, las mismas personas que la acomplejan querrán conocer esa verdad. Porque todos queremos ser libres.
"Para quitarnos los complejos de encima, debemos tener claros nuestros principios". Rafael Santandreu.