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Fuego Amigo

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«El chismoso es causa de enemistades» (Prov. 16:28).

Cuenta el pastor evangélico Craig Groeschel que, en una ocasión, él y su esposa estaban ayudando a una pareja que atravesaba una grave crisis matrimonial. Todo iba aparentemente bien hasta que él le había confesado a ella que le había sido infiel. Aunque había sido una noticia devastadora para la esposa, ella quería salvar su matrimonio y deseaba que Dios la ayudara a perdonar.

Durante las sesiones de terapia de pareja llevadas a cabo con el pastor Groeschel y su esposa, pareció haber un considerable progreso. El hombre se arrepintió de su pecado y mejoró en aspectos que hasta entonces no habían funcionado, y estaba demostrando claramente que amaba a su esposa. Ella estaba dispuesta a seguir adelante. Como última parte ya del proceso de consejería, Groeschel les propuso buscar oración con un grupo de confianza de la iglesia, para poner en marcha un sano momento de rendición de cuentas. Así que, de nuevo, esta vez frente a un pequeño grupo de hermanos de iglesia, la pareja habló de sus problemas, se perdonaron y decidieron seguir adelante. Sin duda, Dios estaba restaurando un corazón roto y sanando una relación. Hasta que, al día siguiente, uno de los presentes rompió su compromiso de no decir nada y contó lo sucedido a una amiga. Esta, por su parte, publicó en Facebook el siguiente mensaje: «Por favor, oremos por los esposos de nuestra iglesia; él fue infiel y necesitan nuestras oraciones». La pareja quedó devastada: ella dejó de ir a la iglesia y pidió el divorcio. En palabras de Groeschel: «El adulterio no terminó con ese matrimonio; el chisme, sí».*

No sé si habrás oído el refrán «de buenas intenciones está empedrado el infierno»; me parece que aquí calza perfectamente. ¿Cómo es posible que, bajo un disfraz de amistad y preocupación cristiana, se pueda cometer una indiscreción de tal envergadura por parte de hermanos de la iglesia bienintencionados? ¿Por qué cometemos errores tan graves como hacer público lo que es privado? Por alguna razón, dice Proverbios 18: 21: «La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias». Lamentablemente, las consecuencias afectan a más personas que al indiscreto.

Si queremos que confíen en nosotras, hemos de ser dignas de confianza. Está muy bien pedir oración por alguien, pero no a expensas de exponer su privacidad. «La persona digna de confianza guarda el secreto» (Prov. 11:13).

«No decir más de lo que haga falta, a quien haga falta y cuando haga falta». André Maurois.

Craig Groeschel, #luchas (Buenos Aires: Peniel, 2015), pp. 166-168.

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