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La familia de mi esposo vive con una pequeña manada rebelde de mascotas. La familia Gold pasa la mayor parte de su tiempo “libre” intentando mantener el orden entre su pájaro, su rana, sus tres gatos y sus dos perros. Antes, la familia de mi esposo, Dustin, tenía que gritar para que los animales entraran, y después tenían que gritar para convencer a los animales a salir. El hogar era una mezcla constante de gritos, ladridos, chillidos, graznidos y ruegos.
Para llamarle la atención más rápido a los animales, la familia compró un silbato para perros. Los silbatos para perros tienen un tono agudo que los humanos no pueden oír; pero los oídos de los animales escuchan el sonido al instante. Al segundo que la señora Gold hace sonar el silbato, los ojos de todos los animales están fijos en ella, y logra que cada uno vaya al lugar indicado sin molestar a los vecinos.
Así como solo los animales pueden oír el tono agudo del silbato para perros de la señora Gold, solo los seguidores de Dios pueden oír claramente su voz. Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27). Otras personas pueden no identificar su “silbo apacible y delicado” (1 Rey. 19:12), pero el pueblo de Dios presta atención cuando escucha el sonido.
Si nos cuesta escuchar la voz de Dios, o si tenemos dificultades en identificar adónde nos está guiando, podemos pasar más tiempo estudiando su Palabra y conociéndolo mejor. Cuanto más cerca de él estemos, más claramente lo oímos. Esfuérzate por familiarizarte con la voz de Dios a través de la Biblia hoy.