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UN GRANO DE CACAO

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Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe (1 Corintios 13:1).

Avanzaba sobre un dulce de chocolate gigantesco, mientras vacas mecánicas movían la cola y cantaban sobre el poder de la leche. Afortunadamente, no habíamos viajado muy lejos para esta visita guiada al pueblo del chocolate. Vivíamos a unos kilómetros de Hershey, Pennsylvania, así que podíamos oler el dulce chocolate desde el patio de la casa; incluso por sobre el olor a estiércol de las muchas vacas. 

 

Nuestro chocolate Hershey nos llevó por una ruta dentro de las instalaciones, y pudimos apreciar cómo los granos de cacao pasan por el proceso de convertirse en nuestros chocolates preferidos. Según el narrador invisible, las barras de chocolate no fueron populares hasta que el señor Hershey decidió agregar leche a los granos de cacao. Cuando el cacao y la leche se mezclaron para crear la mezcla perfecta de chocolate, Hershey comenzó a venderlas rápidamente. El grano solo tenía un sabor muy amargo, pero con la leche agregada había llegado a un sabor perfectamente dulce. 

 

Como el grano de cacao, nosotros podemos parecer demasiado amargos. Quizá hacemos todo correctamente y tenemos las creencias correctas, pero eso no es suficiente. Necesitamos amor en el corazón. Pablo escribió en 1 Corintios 13:1: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe”. Dirigir un estudio bíblico no es suficiente. 

Asistir a la iglesia no es suficiente. Ayudar a los pobres no es suficiente. Pablo entendió que solo el amor puede transformar nuestro amargo corazón y hacerlo dulce. Si has descubierto que te falta algo en la vida, pídele a Dios que te dé su amor para ver a las personas como él las ve, y marcar una dulce diferencia para él.

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