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–¿Cómo? ¿Tenemos examen hoy?
¡Cuántas veces he escuchado este clamor de sorpresa desde los pupitres de mi aula!
–¿Qué? ¿Qué examen? ¿Sobre qué?
–¡Necesito que alguien me preste sus apuntes!
Nunca doy pruebas sorpresa. Siempre advierto a los estudiantes verbalmente, al menos un día antes. Sin embargo, descubrí que decir que habrá un examen no significa nada para la mayoría de los estudiantes. A menos que escriba “¡EXAMEN EL VIERNES! ESTUDIA LOS APUNTES DE HOY” en mayúsculas en la pizarra blanca, los estudiantes llegarán a clase sin tener idea del peligro inminente.
Tomás, como mis alumnos, necesitaba una prueba visual antes de aceptar la verdad. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, la noticia de que el cuerpo había desaparecido se esparció rápidamente entre los apóstoles. Parecía imposible que Jesús hubiera vuelto a la vida. Incluso cuando se apareció a un grupo de apóstoles en persona, no pudieron convencer a Tomás de que realmente habían visto a Jesús en carne y hueso. Tomás dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25). A pesar de su falta de fe, Jesús le dio la confirmación visual que él necesitaba.
A veces, Jesús nos da señales cuando pedimos una evidencia de su presencia. Sabe que anhelamos una prueba visual de su existencia, y nos da maravillas naturales asombrosas, cristianos amorosos y, a veces, hasta milagros de salud para manifestarse a nosotros. ¡Pero cuánto mejor es creer sin ver! Algunos alumnos necesitan leer la pizarra blanca para tener una prueba sólida de las tareas y los exámenes, así que actualizo continuamente el cronograma diario y las fechas de entrega. Sin embargo, si un alumno solo me escucha decir “Mañana hay prueba”, y lo recuerda, tendrá éxito. Quizá si recordamos y creemos en lo que Dios nos ha dicho sin buscar recordatorios o pruebas constantes, nosotros también podemos ser exitosos en nuestro caminar de fe. Recordemos hoy su bondad.