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LAS PINZAS PARA DEPILAR

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Josué, vestido de ropa sucia, estaba delante del ángel. El ángel mandó a los que estaban ante él: “Quítenle esa ropa sucia”. Entonces dijo a Josué: “Mira, he quitado tu pecado de ti y te vestí de ropa de gala” (Zacarías 3:3, 4).

–¿Quieres depilarme las cejas? 

–¡Claro! Subo a tu habitación en un minuto. 

 

Apagué el celular y subí corriendo las escaleras hasta la habitación de Karin en la residencia de señoritas. La encontré con una toalla tibia y mojada sobre el rostro. 

–¿Cuánto tiempo tengo que dejarme esto? –preguntó. 

–Tres o cuatro minutos. ¿Tienes pinzas? 

 

Junté lo que necesitaba y Karin se quitó la toalla tibia del rostro, con la esperanza de que el vapor hubiera abierto los poros lo suficiente como para evitar que le doliera demasiado. Ya le había depilado las cejas varias veces, pero eso no la hacía confiar más. 

–¿Cuánto me vas a depilar esta vez? 

–No te preocupes. Voy a usar este delineador azul para trazar la forma en que quieres que queden las cejas. Así, depilo solo lo que queda fuera de la línea. Hasta puedes dar tu aprobación a la forma antes de empezar. 

Karin asintió con resignación. 

–Haz lo que tengas que hacer. 

 

Tracé cuidadosamente las cejas de Karin con un delineador azul, hasta que sentí que la forma era perfecta. Entonces le di un espejo de mano para que ella diera el visto bueno. 

–Parezco un payaso. 

 

Y era verdad. El delineador azul grueso enfatizaba sus cejas más que nunca. Se veían grandes, brillantes y poco naturales, en el rostro normal de Karin. Karin parecía desalentada, pero no pude aguantarme más la risa. Finalmente, tomé las pincitas y quité los vellos no deseados para que ella pudiera limpiarse el delineador y ver cuán hermosas habían quedado sus cejas. 

 

Las pinzas para depilar quitan el vello no deseado del rostro, así como la gracia quita el pecado de nuestra vida. Cuando nos arrepentimos, Dios elimina nuestros pecados y nos restaura a su imagen perfecta.

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