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UNA LONA

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Miren que nadie los engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo (Colosenses 2:8).

 

Karin, Michelle y yo cantamos con todas nuestras fuerzas la canción lema de las Olimpiadas, y luego nos reímos tan ofensivamente como pudimos. Queríamos que los vecinos pensaran que éramos jóvenes de fiesta y, como niñas inocentes de 12 años, pensábamos que los jóvenes rebeldes cantaban la canción de las Olimpiadas en los bosques para divertirse. 

 

Habíamos comenzado con los cantos a todo volumen esa tarde, cuando divisé nuestros futuros vecinos en el lote vacío junto a mi casa. Parecían estar poniendo estacas en el suelo, delimitando lo que sería la futura casa. Michelle y yo no queríamos tener vecinos tan cerca de casa, así que decidimos que los espantaríamos con nuestras acciones de jóvenes rebeldes. 

Luego de muchas canciones y risas forzadas, Karin empezó a sentirse más escéptica. 

–¿Están seguras de que esas son personas? –preguntó–. Estoy lista para darme por vencida. 

 

¿Qué no sean personas? No se me había ocurrido eso. 

–No se están moviendo –agregó Karin–. No se mueven para nada. 

 

Yo no pensé que tuviéramos que ir a ver, pero Michelle salió corriendo y atravesó nuestra propiedad para asomarse desde la colina que estaba detrás del lote del vecino. 

–¡Es solo un montón de llantas (neumáticos) con una lona encima! –gritó–. ¡No hay nadie allí! 

 

Las lonas esconden y disfrazan lo que hay debajo. De manera similar, el enemigo intenta disfrazar sus mentiras para que las veamos como verdad. Usa personas bien intencionadas con ideas sinceras para distraernos de la herejía de su doctrina. Por esto, Pablo advirtió a la iglesia en Corinto: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). 

 

Así como una lona puede hacer que unas cuantas llantas parezcan una pareja de vecinos, las buenas intenciones pueden hacer que las malas ideas parezcan buenas. No deberíamos probar las doctrinas que oímos según la sinceridad de la persona, sino según lo que dice la Palabra de Dios.

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