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Karin y yo espiamos por la ventanita de la puerta del aula. Nuestra amada profesora de Lenguaje se había mudado lejos, y estábamos ansiosas por ver los cambios que había hecho la nueva intrusa. Inmediatamente notamos un sillón.
–¿Un sillón? –gruñó Karin en voz baja.
–Esto es un aula, ¡no una sala de estar! –comenté yo.
El acolchonado asiento de la señorita Olson ya era inaceptable, pero además nos enteramos de que traía poca experiencia al colegio, ya que solo tenía un año de profesora. Uno de mis compañeros comentó que él mismo podía enseñar la clase.
Cuando llegó el primer día de clases, entramos al aula de la señorita Olson y nos sentamos en los pupitres tradicionales, evitando con cuidado el sillón despreciado. Entonces, pasó lo impensado. ¡Nos cayó bien! La señorita Olson daba resúmenes de contenido bien organizados e ideas creativas para los proyectos. Nos daba consejos increíbles sobre cómo escribir, y tenía energía para guiarnos con las tareas, aunque no estuviéramos tan entusiasmados como ella. Nos disfrazamos e investigamos asuntos relevantes. ¡Esa clase llegó a ser uno de mis recuerdos preferidos de la secundaria!
A veces nos sentimos tan cómodos con la rutina que cerramos la mente a toda posibilidad de cambio. Pero a veces necesitamos romper nuestra zona de comodidad y darle una oportunidad a otras personas o lugares. Por ejemplo, un pollito crece dentro del huevo durante tres semanas. Durante tres semanas reposa allí en paz. Pero luego de esos 21 días, el pollito comienza a picotear la cáscara. No se esconde dentro del cascarón, con miedo a la luz del sol y a todos los nuevos aspectos de una vida en el mundo real. Se libera y toma la oportunidad de vivir una nueva vida.
Dios no quiere que nos quedemos atascados en nuestras propias burbujas. A veces tenemos que alcanzar nuevas personas y nuevas oportunidades. Cuando Dios llamó a Abram a dejar su familia y su hogar, él obedeció. ¡Ni siquiera sabía hacia dónde iba! Hebreos 11:8 dice: “Por la fe, Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”. Como Abram, confía en que Dios traerá los cambios adecuados a tu vida. Te esperan bendiciones cuando dejas atrás el cascarón.