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Hay algunas tareas del hogar que disfruto más que otras. Me gusta limpiar el lavamanos del baño y fregar la bañera. No me molesta poner ropa a lavar, aunque detesto doblar la ropa limpia. Algunas tareas me hacen sentir renovada y lista para seguir con otras. Barrer no es una de esas.
Barrer el piso no sería tan malo si simplemente desparramáramos el polvo de un lugar a otro. Sería casi como una fiesta en miniatura… como un baile con un compañero inanimado. Pero desparramar el polvo no tiene sentido. Barremos para deshacernos del polvo. Y para lograrlo, tenemos que buscar un recogedor (una pala) y barrer todo el polvo hacia el recogedor, para después llevarlo a la basura y tirar todo allí.
También necesitamos realizar algunas tareas en nuestro corazón. Si todavía sentimos miedos e inseguridades, debemos barrer con cuidado. Por supuesto, no tiene sentido desparramar la incertidumbre con nuestros propios mecanismos de afrontamiento. En cambio, debemos dejar todos nuestros miedos en las manos de Dios, y él los eliminará. La Biblia dice que “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Solo Dios puede recoger nuestras inseguridades y tirarlas en la basura para siempre.