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UN PÉTALO DE MARGARITA

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¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! (1 Juan 3:1, NVI).

Me quiere… No me quiere… Me quiere… No me quiere… 

 

A la mayoría de los muchachos ni se les ocurriría quitarle pétalos a una margarita para decidir si una chica lo quiere o no. Quizá le pregunten a una amiga de ella, o directamente a ella; pero las jovencitas han inventado métodos únicos para determinar la probabilidad de que el muchacho que les gusta sienta lo mismo. 

 

De jovencita, mi prueba preferida era la del envoltorio de pajilla (sorbete, popote). Si hacía un nudo en un envoltorio de pajilla y el nudo permanecía en el papel, “él” no estaba pensando en mí. Pero si hacía un nudo con el envoltorio de pajilla y el papel se rompía y deshacía el nudo, ¡él pensaba en mí! Este método científico les costó a muchos restaurantes de comida rápida una cantidad vergonzosa de pajillas desechables. 

 

Mis amigas preferían el método MASH, en el que una serie de números “determinaba” nuestra condición de vida, nuestro futuro cónyuge, las calificaciones escolares de nuestros futuros hijos y el color de nuestros futuros automóviles. 

 

Esto puede sonar extenuante, pero todos quieren saber quién los ama. Afortunadamente, Dios garantiza su amor por nosotros. No se requieren “pruebas” ni cuestionamientos. Juan dijo que Dios nos cubre con su amor. Nos ama con un tipo de amor eterno, mejor que el de los cuentos de hadas. Pero si sientes la necesidad de probar su amor por ti, usa el método de los muchachos y pregúntaselo directamente; encontrarás su respuesta desde Génesis hasta Apocalipsis. 

 

Me quiere… ¡Sí, me quiere!

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