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EL DURAZNERO

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Y en cuanto al vigilante y santo que viste, que descendía del cielo, y decía: “Corten el árbol y destrúyanlo; pero dejen en la tierra la cepa y su raíz, con atadura de hierro y bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y su parte sea con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos” (Daniel 4:23).

La casa contigua al hogar de mis padres tiene un duraznero en la colina junto a la calle. Mi mamá lo mira con envidia cada vez que pasa. Hace un año, contó solamente tres duraznos maduros en el árbol, pero este año se cansó de contar después de pasar los cien. La cosecha se había multiplicado significativamente en solo un año. 

 

Afortunadamente, los vecinos no cortaron el duraznero cuando vieron los tres miserables duraznos entre las ramas el año pasado. Le dieron otra oportunidad, probablemente sin pensarlo mucho, y el duraznero lo retribuyó. 

 

Nabucodonosor tuvo un sueño sobre un árbol; pero ese árbol no tenía duraznos. En el sueño, un vigilante descendido del cielo le dijo: “Corten el árbol y destrúyanlo; pero dejen en la tierra la cepa y su raíz”. El árbol representaba a Nabucodonosor. Dios le dio ese sueño para advertirle que lo sacarían de su puesto de poder. Sin embargo, Dios no quitó a Nabucodonosor del trono sin darle una nueva oportunidad. La cepa y las raíces que quedaron en la tierra simbolizaban la posibilidad de que Nabucodonosor volviera a brotar. Él aprovechó esta segunda oportunidad y se asió de su reino otra vez, solo que ahora tomando en cuenta a Dios. 

 

A veces podemos pensar que algunas personas no producen nada que valga la pena. Pueden parecer molestias inútiles, que toman malas decisiones y que no merecen nada bueno. Pero no podemos darnos por vencidos con esas personas. Dios les da a todos una segunda oportunidad, y una tercera, y una cuarta, y así sucesivamente. Nunca es demasiado tarde para que alguien cambie y comience a dar fruto para Dios.

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