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UNA BOLA DE HELADO

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Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes (Lucas 12:18).

Mi amiga, Emilia, realizó un experimento con sus alumnos de primer y segundo grado. Pensaba desatar su creatividad en un poema, y les pidió que dijeran lo primero que se les venía a la mente cuando escuchaban la palabra verano. En lugar de escuchar una enorme expresión de creatividad e imágenes visuales, escuchó un grito en coro: “¡Helado!”. El helado es un aspecto esencial del verano, y uno que yo no eliminaría por nada. 

 

Cuando me mudé sola por primera vez, estaba contentísima de que toda la comida del congelador fuera mía. Podía agarrar un cartón de helado y comerlo todo en una sentada. Por cierto… anoche me dolía el estómago. 

 

Por eso usamos las cucharonas para helado: para servir porciones razonables de ese manjar de leche y ahorrarnos el dolor y otras consecuencias negativas que puede traer el comer demasiado. La moderación es la clave. 

 

No solemos pasar demasiado tiempo repasando la parábola del hombre necio en la Escuela Sabática de niños, pero la historia trata un tema importante. Jesús contó la historia de un hombre que tenía más cosecha de la que podía utilizar. Hay muchas cosas que uno puede hacer con cosechas de más, pero este hombre decidió construir graneros más grandes y guardar más, más y más grano para sí mismo. Su avaricia no tenía límites. Por eso, Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Luc. 12:20). Dios llamó “necio” a este hombre porque no supo cuándo dejar de ahorrar, y terminó acumulando todas sus posesiones egoístamente. 

 

Así como una cucharona de helado toma una porción razonable del cartón de helado, necesitamos dedicar cantidades realistas de dinero para nuestras necesidades. Cuando guardamos riquezas sin límite, nos volvemos egocéntricos y, al final, miserables. Como alternativa, Jesús sugirió: “Acumulen tesoros en el cielo, donde ni polilla, ni óxido corroen, ni ladrones destruyen, ni roban. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí estará también su corazón” (Mat. 6:20, 21). Sé moderado con las cosas terrenales. La extravagancia te espera en el cielo.

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