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EL JABÓN PARA MANOS

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Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Pecadores, limpien las manos; y ustedes, los de doble ánimo, purifiquen su corazón. (Santiago 4:8).

Una tarde, mi hermana, Michelle, llegó a casa con una gran bolsa de papel. Alguien había cometido el error de darle un certificado de regalo y ella había comprado doce botellas grandes de jabón para manos para usar en el baño. En lugar de usar una y guardar las demás para cuando se terminara, Michelle ubicó todas las botellas en un semicírculo alrededor del lavamanos. Durante el siguiente año y medio, cada vez que un huésped usaba el baño, comentaba sobre la sorprendente variedad de aromas de jabón que ofrecíamos. 

 

La gran colección de jabones de Michelle me parece innecesaria, pero sí me doy cuenta de que el jabón para manos tiene mucha importancia. Nos quita los gérmenes dañinos y evita que nos enfermemos tan fácilmente, no importa qué aroma elijamos. 

 

Como el jabón para manos, Dios quiere quitar la suciedad de nuestra vida para evitar que nos enfermemos y nos lastimemos con el pecado. Quiere lo que es mejor para nosotros, y sabe que no podemos experimentar el gozo en su máxima expresión si el pecado sigue llenando nuestra vida. Podemos experimentar la limpieza divina por medio de distintas experiencias, como los distintos aromas de jabón para manos, pero una sola cosa nos puede limpiar: la gracia de Dios.

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