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UN TRAMPOLÍN

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Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal (Proverbios 24:16).

Mis alumnos rodeaban mi escritorio, planeando qué técnicas podían utilizar para recaudar fondos para el festival de otoño. 

–¡Ya sé! ¡Debemos contratar un mimo! 

–¿Qué tal un frasco de golosinas? 

–¿Por qué no les sacamos fotos de la gente? 

–¡Tenemos que pintar las uñas! Mi mamá pinta uñas. 

–Yo tengo un trampolín que puedo traer. 

 

Los alumnos del primer año de la secundaria se decidieron por cinco iniciativas para ese día, y la mayoría de ellas fueron exitosas. Pero el trampolín nos decepcionó. Nadie quería pagar por cinco minutos en el trampolín. Todos tenían tiempo ilimitado de trampolín en casa. 

 

Desde su invención en 1930, el trampolín se ha convertido en uno de los juegos de exterior más populares. Todos los niños quieren un trampolín. En el trampolín, no importa cuántas veces te caigas; siempre puedes rebotar hacia arriba. 

 

Según Salomón, los justos viven en un trampolín perpetuo. Un justo puede caer “siete veces” pero “vuelve a levantarse” (Prov. 24:16). Todos nos equivocamos, pero los justos vuelven a levantarse y se corrigen. Por ejemplo, cuando un alumno le habla mal a un profesor, tiene la oportunidad de pedir disculpas y decir algo positivo. Cuando una jugadora de fútbol presume de su habilidad en la cancha, puede pedirle ayuda a Dios para encontrar maneras de complementar a su equipo. Cuando los jóvenes que temen a Dios se equivocan, siempre pueden pedirle a Dios que los ayude a volver a levantarse. Incluso quienes nunca tuvimos un trampolín en el patio de atrás podemos agradecerle a Dios por su regalo de perdón y el “trampolín” de misericordia que nos ofrece cada día.

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