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LA PERILLA DEL VOLUMEN

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Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen (Juan 10:27).

Abraham caminaba lentamente por el sendero rocoso y polvoriento. Un poquito más atrás, Isaac lo seguía, respirando profundamente el aire fresco de la mañana. Las aves cantaban como si no ocurriera nada extraño, pero Abraham se sentía perdido en la miseria de su angustiada mente. ¿Había escuchado bien? No; eso ni se lo preguntaba. Dios le había dicho claramente: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Gén. 22:2). Así que Abraham se encaminaba hacia Moriah. 

 

Muchos se incomodan con estos versículos. ¿Cómo podía saber Abraham que había escuchado la voz de Dios y no a un demonio o un pensamiento personal? ¿Cómo supo que ese pedido extraño provenía de Dios? Jesús lo explica en Juan 10:27: “Mis ovejas oyen mi voz”. 

 

No puedo conducir mi camioneta sin música. Tengo que tener un CD o la radio sonado todo el tiempo. Pero a veces la lluvia golpea con fuerza sobre el techo. La alta velocidad crea un ruido que llena el ambiente. Los baches en la ruta causan retumbos erráticos. Esos sonidos opacan las melodías de la radio. Podría sentarme en la camioneta y quejarme. Podría rezongar por el volumen bajo de la radio y quejarme por lo difícil que es escuchar. Podría quedarme allí, preguntándome qué dicen las letras de las canciones, cómo suena la melodía, qué instrumentos agregaron. Pero eso sería una locura cuando simplemente puedo girar la perilla del volumen hacia la derecha. 

 

Entonces, ¿por qué nos quejamos cuando no escuchamos la voz de Dios? ¿Por qué rezongamos como si él no ofreciera ninguna solución? En lugar de eso, debemos pasar más tiempo con él, leer las cartas que nos escribió y hablar con él. Cuando lo seguimos como una oveja sigue a su pastor, escuchamos su voz. 

 

“Por la fe, Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac” (Heb. 11:17). Abraham conocía a Dios, y conocía su voz. Pasa tiempo con Dios hoy. Camina con él hasta que se convierta en la voz más fuerte en tu vida.

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