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Algunos exámenes finales requieren horas de estudio y noches sin dormir, pero para el final de “Liderazgo cristiano” solo tenía que dar una lección práctica. Tomé algunas hojas de un hermoso árbol camino al examen, y me senté en mi pupitre, lista para hacer mi presentación. Les expliqué a mis compañeros que las hojas coloridas me mostraban cómo podemos ser hermosos en todas las etapas de la vida. Dudo que alguno de ellos recuerde mis palabras, pero uno de mis amigos hizo una analogía que nunca olvidaré.
Robby Van Arsdale sacó una caja de varitas luminosas de su mochila, y todos los estudiantes de Educación se congregaron alrededor de su pupitre para elegir su color preferido. Cuando todos nos habíamos calmado, él tomó una varita luminosa y la dobló en dos, rompiendo la burbuja de aire en su interior. Los químicos dentro de la varita comenzaron a mezclarse, emitiendo una luz violeta brillante en sus manos.
Habíamos visto muchas veces cómo funcionan las varitas luminosas, pero esta vez Robby le dio una aplicación espiritual: “Una varita luminosa parece apagada y aburrida cuando sale de la caja. Es oscura y casi no tiene color. Tienes que romperla. Hay que escuchar cómo se quiebra. Una vez que está rota, puede brillar. A veces sentiremos que estamos rotos. ¡La vida es difícil! Pero necesitamos estar rotos. Cuando estamos rotos, somos humildes. Cuando somos humildes, Dios puede usarnos sin que nosotros interfiramos. Cuando estamos rotos, brillamos”.
Cuando pienso en esa clase universitaria, no recuerdo qué aprendimos del profesor o de los libros de texto. Recuerdo la analogía de Robby con las varitas luminosas. En el Salmo 51:17, David escribió una confirmación de esta teoría. Dijo: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Cuando fracasamos y sentimos que no tenemos adónde ir, Dios puede usarnos para alcanzar a otros con la luz de su presencia. Nunca te des por vencido. Dios encontrará una manera de usarte en tu estado más quebrantado.