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UN TRAMPOLÍN DE NATACIÓN

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Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano (1 Corintios 8:13).

En el hemisferio norte, el verano está en su punto máximo, y las personas se esconden del calor en sus casas con aire acondicionado, o acuden en multitudes a las piscinas para un chapuzón refrescante en el agua. Las piscinas de natación suelen ser más atractivas porque no solo proveen alivio, sino también entretenimiento. Se forman filas largas detrás del trampolín, donde todos esperan su turno para demostrar su habilidad. 

 

Los trampolines están hechos de aluminio prensado y bisagras; ambos le permiten a la tabla ser flexible y moverse con cada clavado. Si el trampolín no se doblara con el clavadista, este se lastimaría seriamente; pero la tabla elástica y flexible impulsa a los nadadores por el aire con gracia. 

 

A veces necesitamos ser flexibles cuando tratamos con otras personas. Tenemos nuestras propias ideas sobre qué conducta es aceptable o inaceptable, y si hemos basado esas ideas en doctrinas bíblicas, probablemente sean correctas. Pero también debemos tener en cuenta a los demás, incluso si están equivocados. Por ejemplo, quizá has decidido que la música pop cristiana glorifica a Dios y anima a muchos a vivir para él; pero si sabes que muchos en tu congregación se sentirían ofendidos por una batería y una guitarra eléctrica, ¿por qué distraerlos del servicio de adoración? Quizá te gusta usar aretes porque te dan una apariencia divertida y refinada. Un pendiente metálico en la oreja ciertamente no te va a alejar de Dios de ninguna manera. Pero si sabes que la ancianita sentada en el banco de atrás se sentirá molesta al verlos, ¿por qué distraerla del sermón? 

 

A veces necesitamos ser un poco más flexibles para no ofender a otros y evitar que tropiecen en su caminar con Dios. Pablo dijo en 1 Corintios 8:13: “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano”. Él entendió que a veces ofender a otros es un pecado en sí mismo. Sí, está mal que otros nos juzguen; pero un error no subsana otro. En lugar de juzgarlos o de enfocarnos en estar en lo correcto, podemos agregar un poco de flexibilidad a nuestra vida e intentar vivir en armonía.

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