Regresar

UN CUENCO PARA SERVIR

Play/Pause Stop
Que el adorno de ustedes no sea externo, con peinados ostentosos, atavíos de oro o vestidos lujosos, sino interno, del corazón, en incorruptible belleza, de un espíritu manso y tranquilo, que es de gran valor ante Dios (1 Pedro 3:3, 4).

Desde que mi amiga Karin recibió la caja registradora de marca Barbie como regalo de Navidad aquel año de la primaria, disfruto del “bip, bip” de los escáneres en los negocios. Esta fascinación hizo que me entusiasmara muchísimos años después cuando fuimos con mi novio a formular el registro de la lista de regalos para nuestra boda. Apenas la agente de servicio al cliente me dio el escáner, Dustin y yo comenzamos a recorrer la tienda al sonido del “bip, bip” ante cada objeto atractivo que veíamos. Como no me gustaba compartir el escáner, Dustin se hizo cargo de leerme la lista que habíamos armado, con la esperanza de empezar la vida juntos bien provistos. 

 

Sin embargo, los precios me sorprendieron. Los objetos del día a día, como platos hondos o platos para ensalada, tenían precios razonables; pero cualquier cosa que fuera para usar con invitados, como cuencos y bandejas, podía costar un montón cada uno. Me daba la impresión de que los objetos para usar con invitados costaban muchísimo más que los objetos para uso familiar. 

 

Esto no debería haberme sorprendido. Nuestra cultura se esfuerza mucho por mostrarse feliz, exitosa y hermosa ante los demás. Cualquier hombre que encere su coche ha caído en este patrón, así como cualquier señorita que pase horas haciéndose rizos en el cabello. Pero los cristianos no deberíamos solo adornar la mesa, el auto o el cabello. Leemos en 1 Pedro que la belleza debiera tener raíces más profundas: “Que el adorno de ustedes no sea externo, con peinados ostentosos, atavíos de oro o vestidos lujosos, sino interno, del corazón, en incorruptible belleza, de un espíritu manso y tranquilo, que es de gran valor ante Dios” (1 Ped. 3:3, 4). 

 

En lugar de gastar una fortuna en una sola ensaladera, debemos comprar también cubiertos que suplan nuestras necesidades. En lugar de solo encerar el auto durante horas y horas, debemos cambiar el aceite e inflar los neumáticos. En lugar de pasar horas arreglándonos el cabello o el maquillaje, debemos leer la Biblia y orar para cultivar la belleza del corazón, ¡hasta que brille con la belleza de Dios! La apariencia externa importa, pero la apariencia del corazón importa más.

Matutina para Android