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Sobre el estante del hogar de nuestra casa, mi mamá puso una fotografía gigante de nuestras espaldas mirando su faro preferido. Esta fotografía ni siquiera muestra nuestros rostros, y sería fácil enrollarla en un tubo y guardarla en algún armario. Sin embargo, como a mi mamá le gusta tanto, decidió comprar un marco. Una imagen enmarcada no se dobla ni se enrolla de ninguna forma. En cambio, tiene el lugar más prominente en el hogar, a la vista de cualquier visita.
Así como los portarretratos ponen imágenes y documentos a la vista, para que todos las vean, nuestra vida puede mostrar el amor de Dios a quienes nos rodean. Con una participación musical especial, una charla de semana de oración, un par de horas en un refugio para indigentes o una sesión de estudio con un compañero que no entiende una materia, podemos mostrarles a nuestros amigos y vecinos que hay un Dios que los tiene en cuenta, y su amor es evidenciado por medio de nuestra vida.