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–Oye, Paige, ¿quieres que llenemos la caja de mi camioneta con agua y nademos?
Los otoños en Tennessee son terriblemente calurosos, y no quería pasar el sábado de tarde sudando bajo el calor abrasador. Paige me respondió un ratito después:
–¡Claro! Suena divertido.
¿Cómo hubiera sobrevivido a la universidad sin ella?
Paige y yo tomamos una lona y unos baldes de plástico del hogar de señoritas y nos encaminamos al estacionamiento. Allí, retrocedimos la camioneta con cuidado hasta llegar bastante cerca de una llave (grifo) que salía de la pared exterior del edificio. Luego de revestir la caja de la camioneta con la lona y de usar los baldes para llenar la nueva “piscina” con agua, nos subimos y disfrutamos de la tranquilidad refrescante de nuestra piscina casera. Al final del día, cuando abrimos el portón trasero de la caja, un torrente de agua salió disparado y formó un río que atravesó el estacionamiento. Seguimos el cauce del agua una buena distancia hasta encontrar el desagüe por donde desaparecía.
Los portones traseros de las cajas de camionetas le ayudan a la gente no solo a quitar agua, sino también maderas, muebles, arcos de hockey, sillones o cualquier otra carga que estuvieran llevando en la camioneta. Si Paige y yo hubiéramos intentado vaciar la caja de la camioneta sin abrir el portón trasero, hubiéramos tardado, al menos, otra hora… algo innecesario. Es más difícil sacar cualquier cosa de una camioneta si no bajamos el portón trasero; y ocurre lo mismo con nuestras cargas personales.
Todos acarreamos una carga pesada de estrés que puede agobiarnos, pero Dios se ha ofrecido para llevar la carga por nosotros. Sin embargo, nos deja elegir. Si levantamos una barrera y nos encerramos con nuestras preocupaciones y heridas abrumadoras, él no entrará a la fuerza. Pero si bajamos la barrera (o el portón trasero), Dios se llevará nuestra carga bien lejos y ya no tendremos que acarrear ese peso adicional. David dijo: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Sal. 55:22). Abre el portón trasero de tu corazón hoy, y deja que Dios se lleve tu carga.