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EL DESINFECTANTE DE MANOS

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Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:42, 43).

El 2 de septiembre de 2006, el pastor Zegarra nos bautizó a mi hermana Michelle y a mí en nuestra iglesia. Habíamos estudiado con él durante varios meses, y cuando llegó el día, todo parecía más brillante y feliz que cualquier otro sábado. 

 

Mi decisión de ser bautizada simbolizaba mi deseo de seguir el ejemplo de Jesús y morir a mis propios deseos a fin de reclamar su promesa de vida. Nunca me arrepentí de esa decisión. Es de lo que más segura estoy, y me alegra haber podido compartir mi compromiso con Dios con los miembros de mi iglesia. 

 

El bautismo es una parte importante del caminar cristiano, pero, ¿y las personas que aceptan a Jesús en su lecho de muerte o que no tienen acceso al agua? 

 

En la vida diaria, cuando no tenemos acceso a agua para lavarnos las manos, usamos desinfectante de manos, que elimina la suciedad y los gérmenes. Así, cuando alguien no tiene acceso a las aguas del bautismo, Dios puede limpiar su corazón de todos modos, por su gracia. Vemos un ejemplo de esto en Lucas 23, cuando Jesús habló con los ladrones en las cruces que estaban junto a la suya. Uno de esos ladrones pidió a Jesús que lo recordara en su reino, y aunque este hombre no tuvo acceso a un bautisterio ni a agua, Jesús perdonó sus pecados y le prometió la vida eterna. 

 

Si has tomado la decisión de seguir a Jesús, te sugiero que hagas esa elección de forma pública para ser un buen ejemplo para otros que están luchando con la misma decisión. Pero si conoces a alguien que esperó hasta su último aliento de vida para aceptar a Jesús, ten ánimo; recuerda al ladrón en la cruz. Jesús no necesita agua para limpiar un alma arrepentida.

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