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Casi una vez por semana, un alumno entra a mi aula con cara de pánico, se da vuelta, corre hacia la puerta, hace una pausa, vuelve atrás lentamente y se acerca con cuidado a mi escritorio. El alumno mirará de reojo, mi impresora, con anhelo, y comenzará a contarme una historia triste, de falta de tinta o de impresiones irreconocibles. He tenido mis propias batallas con impresoras que no cooperan, así que generalmente siento lástima por el alumno apurado y le ofrezco mi ayuda. Así comienza la búsqueda de una memoria USB. Cualquier persona que cruce por el pasillo puede ser acosado y revisado en busca del codiciado objeto, hasta que el alumno consigue uno, y transfiere los archivos necesarios de su computadora renuente a imprimir. Entonces, todo queda en calma mientras yo tomo el USB e imprimo el material del alumno.
Los alumnos se frustran cuando tienen archivos en la computadora que no pueden imprimir. (Y los entiendo). Los archivos se convierten en una carga para ellos, así que buscan desesperadamente transferirlos a una fuente más capaz. Pero nosotros tenemos cargas todavía mayores que soltar. Las relaciones, el trabajo, las calificaciones y otras preocupaciones nos pueden volver locos. ¡No podemos lidiar con todo el drama de la vida solos! Debemos llevar nuestras cargas a Jesús y dejárselas; darle todas nuestras preocupaciones a él, porque él se preocupa por nosotros (1 Ped. 5:7). Jesús se hará responsable; no necesitas entrar en pánico.