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Miré fijamente la página que tenía enfrente. Visiones de preguntas de examen danzaban en mi mente. Bostecé y di vuelta la página, cuando sonó mi teléfono. Agradecida por la interrupción, leí el mensaje de texto: “El inodoro está tapado”. Ah… las alegrías de vivir en un internado para estudiantes…
Unos minutos después, toqué la puerta del cuarto de mi amiga. Ella me recibió con un desatascador (destapa caños) en la mano y me explicó que el inodoro simplemente no dejaba ir el agua. Tomé el desatascador y se me cruzó el pensamiento de que hubiera tenido más sentido que mi amiga directamente lo usara en lugar de enviarme un mensaje a mí. Aparentemente, ella tenía un desatascador, y realmente no requiere grandes habilidades usarlo. ¿Qué hacía yo ahí? Terminé de destapar su inodoro y me fui, con la esperanza de que mi amiga encontrara la motivación para hacerse cargo de la tarea ella misma de allí en adelante.
A veces Dios quiere que actuemos. Nos da las herramientas y los talentos necesarios, responde nuestras preguntas y nos ayuda cuando tenemos dudas, pero entonces ¡nosotros tenemos que ponernos en acción! Parece ridículo tener un desatascador en la mano y llamar a otra persona para que lidie con el problema, pero a menudo, hacemos lo mismo con Dios. Sí, no podemos hacer nada solos, pero “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Tim. 1:7). Él nos equipó para hacer grandes cosas. No te quedes ahí con el desatascador en la mano. Estudia para esos exámenes. Ponte en condiciones para aquella carrera. Lee la Biblia para encontrar aliento. Dios te ha dado exactamente lo que necesitas para tener éxito.