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La palabra es coqueta.
Miré mis cartas del juego Apples to Apples para ver si alguna combinaba bien. Ninguna de las cartas parecía suficientemente coqueta, así que decidí deshacerme de alguna poco interesante y dejar las buenas para otra ronda. Arrojé mi carta en la pila.
El novio de Karin, John, parecía mucho más confiado.
–Esta es mía. Ni lo dudo.
Todos escuchamos mientras el señor Starkey leía la lista de temas supuestamente coquetos. Nos reímos de las opciones, hasta que escuchamos el objeto menos probable. Alguien había propuesto “soplador de hojas”.
–Es una máquina de jardín muy seductora –la defendió John–. Imaginen un hombre apuesto parado en el jardín, arrojando hojas al viento con el soplador.
El señor Starkey lo escuchaba con incredulidad.
–Eso no está ayudando ni…
–Sus músculos se contraen al levantar el pesado soplador del suelo. El viento juega con su cabello. Le sonríe a las damas que pasan.
El señor Starkey sonrió al darse cuenta de que tenía a John en el lugar perfecto. Se aclaró la garganta.
–Bueno, John, me encantaría darte esta tarjeta, pero me parece que vamos a necesitar una demostración para determinar la validez de tu argumento.
John aceptó el desafío sin dudarlo. Se levantó de un salto, con el soplador de hojas imaginario en las manos. Mientras se mecía en el “viento”, John intentó coquetear con Karin arrojando hojas invisibles por toda la sala de estar. El grupo de personas que estábamos en la sala nos reímos hasta que lloramos, y el señor Starkey le dio la carta por su desempeño.
Aunque la presentación de John merecía un Grammy, creo que todos sabemos que su tarjeta de “soplador de hojas” no valía nada. Los sopladores no son muy coquetos que digamos; solo limpian los jardines de hojas y basura excesivas. Sin embargo, no deberíamos limpiar solo nuestro jardín, sino también nuestra mente y nuestro calendario de basura excesiva y desorden insignificante. La Biblia dice: “Pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40). Limpiemos nuestro desorden hoy.