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LA GENEROSIDAD SERÁ RECOMPENSADA

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«El que es generoso, prospera; el que da, también recibe» (Proverbios 11: 25).

Un viajero buscaba un nuevo sitio donde vivir. Junto al camino encontró a un anciano y le dijo:

 

—¡Buen día, señor! Me gustaría mudarme en este lugar. ¿Cómo son las personas que viven aquí? Espero que sean mejores que los vecinos del pueblo que he abandonado.

—¿Cómo eran ellos?

—¡Le cuento que eran terribles, engañadores, chismosos! No me dejaban vivir en paz.

—No se mude aquí —le dijo el aldeano. Esta gente no es diferente de la que usted acaba de dejar.

Más tarde otro viajero saludó al mismo anciano.

—¡Buenas tardes! —te dijo. Estoy buscando algún buen lugar donde poder vivir tranquilo. ¿Qué tal es este?

—¿Cómo eran las personas que dejó?

—Son las mejores que he conocido, siempre estaban deseosas de ayudar a los demás. Por supuesto que, como todos los seres humanos, cometían errores; pero eran tan honrados y sinceros que sentí muchísimo abandonarlos.

—Está bien —dijo el anciano—, este es el lugar que busca. Esta gente no es diferente de la que usted acaba de dejar.

 

La manera como nos entregamos a otros en servicio, reconocimiento, comprensión, apoyo emocional y respeto regresará a nosotros en la misma proporción en la que estamos dispuestos a dar. En palabras de Jesús: «Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes» (Lucas 6: 38).

 

Tal vez hemos desarrollado el hábito de señalar a los demás o de resaltar sus rasgos negativos. A veces podríamos llegar a tener una idea errónea de cierta persona por el simple hecho de haber escuchado un falso rumor o una crítica hiriente. Por eso el pasaje de esta mañana nos recuerda que lo que recibimos es un reflejo de lo que estamos dispuestos a dar, ¿o no hemos notado un cambio repentino en los demás luego de que nosotros mismos cambiáramos nuestra actitud? Solo podemos recibir lo que estamos dispuestos dar. La regla de oro sigue hoy en vigencia para nosotros: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» (Mateo 7: 12). ¿le gustaría asumir este reto?

 

 

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