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W. E. Sangster fue uno de los pastores más sobresalientes de Inglaterra. De 1939 a 1955 tuvo a su cargo una gran iglesia londinense. En 1940 comenzó el bombardeo de Londres. Cuando comenzó la guerra, abrió el gran sótano de su iglesia para dar albergue a las personas sin hogar y a los desvalidos de los suburbios. Durante cinco años, él y su familia habitaron allí ocupando una pieza atestada de personas y ministraron a quienes acudían allí todas las noches en busca de refugio. Ejemplos como el suyo muestran el tipo de amor desinteresado que Dios espera también de nosotros.
Ante el pedido de uno de sus estudiantes acerca de cómo se podrían resumir el contenido de la ley y los profetas, Hilel el Sabio respondió: «No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti» . Aunque evitar causar daño a los demás es encomiable, las palabras de Jesús en nuestro texto de hoy pasan de una actitud pasiva a su ejecución: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas» .
Como cristianos, no solo debemos desear el bien a los demás o evitar causarles daño, sino que debemos tratarlos como esperamos que nos traten y amarlos sin condiciones. Nuestro modelo de servicio y abnegación debe ser el ejemplo de Cristo que «siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2: 5-8, IZ/C).
El mismo Jesús «no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20: 28, NVI). Y tú, ¿comprendes la importancia de servir a los demás? ¿O solo te preocupas por tus intereses personales? Amar y servir a los demás es seguir el ejemplo de Jesús.