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DOS PERSONAS Y MEDIA

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«Acuérdate de tu Creador ahora que eres joven y que aún no han llegado los tiempos difíciles» (Eclesiastés 12: 1).

Durante diez años, un pastor recopiló datos estadísticos de muchas iglesias. Estudió los informes de tres mil doscientos jóvenes que se habían convertido a Cristo, y descubrió que el setenta por ciento había aceptado a su Salvador entre los diez y los quince años; solo el uno por ciento dio este paso a los diecinueve años; y a los veinte años, solo lo hicieron tres cuartas partes del uno por ciento; y durante todos los años comprendidos entre los veintiuno y los cuarenta y cinco, solo el dos y medio por ciento aceptó a Cristo. El estudio concluyó que el mayor número de decisiones se realizó alrededor de los doce años.

 

Esto no significa que la conversión no pueda tener lugar más tarde en la vida, pues el Señor está listo para aceptar al pecador arrepentido en cualquier momento y a cualquier edad. Pero ¡cuánto mejor es decidirse por Cristo en la juventud!, a fin de dedicar toda una vida útil a su servicio.

 

Entregarte a Jesús en la juventud es la decisión más importante que puedas tomar. Aún no tienes los problemas y el pasado que cargan los adultos: si eres lo suficientemente joven, no has sufrido un divorcio; posiblemente no has estado en la cárcel, tienes tiempo de estudiar, deseos de superarte y la oportunidad de tomar buenas decisiones que repercutirán en tu futuro.

 

D. L. Moody declaró en una de sus reuniones que había bautizado a dos personas y media. Un amigo dijo: «Supongo que fueron dos adultos y un niño» . «No —replicó el gran evangelista—; eran dos adolescentes con toda una vida por delante y un hombre de sesenta y ocho años» .

 

Hoy tienes la oportunidad de entregar toda tu vida a Jesús, tus mejores años. Dios tiene maravillosos planes para jóvenes como tú. Él afirma: «Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza» (Jeremías 29: 11). Por eso, si hoy has puesto tu vida en las manos de Dios, tú también puedes decir: «El Señor cumplirá sus planes para mi vida. Porque tu gran amor, Señor; es para siempre» (Salmo 138: 8, NRV).

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