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UN BUEN NOMBRE

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«Vale más tener buena fama y reputación, que abundancia de oro y plata» (Proverbios 22: 1).

Un buen nombre, ¿cuál es el valor de un buen nombre? En el mundo de los negocios, la marca del producto siempre es importante. A menudo estamos dispuestos a pagar un poco más por unas zapatillas Nike o Reebok, u otros artículos de buena calidad, antes que pagar menos por una marca desconocida. Ciertos nombres representan ciertas cualidades. Lo mismo ocurre con los seres humanos.

 

Por ejemplo, llamamos Nerón a nuestro perro, pero a nuestro hijo, Pablo. ¿Por qué? Nerón representa la ferocidad, la infamia, el horror; mientras que Pablo representa un carácter cristiano. La importancia radica en el carácter que sugiere el nombre, y todos sabemos que, una buena reputación, allana nuestro camino hacia la autorrealización y el éxito. El mismo Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (Mateo 16: 13).

 

Considerando el valor que tiene un buen nombre, ¿deberíamos empañado por medio del soborno, las tretas, las intrigas y el engaño? ¿Deberíamos correr el riesgo de perderlo por caer en el fraude, la irresponsabilidad y las malas apariencias? ¿No sería mejor dejar de obtener ciertas ganancias a fin de conservar nuestras buenas relaciones? El sabio Salomón aconseja: «No abandones nunca el amor y la verdad; llévalos contigo como un collar. Grábatelos en la mente, y tendrás el favor y el aprecio de Dios y de los hombres» (Proverbios 3: 3-4).

 

Por otro lado, ¿qué debe hacer una persona que, desdichadamente, no tiene buena reputación? Lo mejor que puede hacer es vivir de tal modo que reivindique su pasado por medio de una vida centrada en aquel «Nombre que es sobre todo nombre» . Jesús puede cambiar nuestro pasado, como cambió el de Jacob (el suplantador) al llamarlo Israel (el que luchó con Dios y con los hombres y venció), o el del «hijo del trueno» para llegar a ser «el discípulo amado» , y hoy puede hacer lo mismo por nosotros.

 

Pide a tu Padre celestial que te ayude a llevar el nombre de Jesús en alto y a vivir de tal manera que otros puedan glorificar su nombre. A quienes asuman este reto, Jesús les promete: «Les daré a comer del maná que está escondido; y les daré también una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo» (Apocalipsis 2: 17).

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