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PELIGRO EN EL LAGO

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«Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo, si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás» (Isaías 43: 2).

Andrés vivía junto a un lago que se congelaba en el invierno. Una tarde de primavera, cuando había terminado temprano sus faenas en la granja donde vivía, decidió dar un paseo en bote. Impulsado por el suave viento vespertino, se fue adentrando poco a poco en el lago. Pronto oscureció y sopló un viento fuerte cada vez más intenso. De pronto el fuerte oleaje volcó el bote y el joven cayó en el agua helada. Andrés no se preocupó demasiado porque era un excelente nadador. Sin embargo, nadar en estas circunstancias era más difícil, no solo porque el agua estaba muy fría, sino también porque había masas de hielo que dificultaban sus movimientos. Lo peor del caso era que, debido a la total oscuridad, Andrés estaba totalmente desorientado.

 

Siguió nadando con mucha dificultad y esfuerzo, tropezando repetidamente contra los trozos de hielo, hasta que estaba a punto de perder las fuerzas. Entonces comprendió que no tenía posibilidad de salvarse. Pero en ese preciso instante, cuando estaba a punto de darse por vencido, oyó una voz que gritaba a lo lejos: «¡Hijo mío! ¡Hijo mío!» .

 

Aquellas palabras tuvieron un efecto asombroso en él: le infundieron nuevas fuerzas, aumentaron su confianza y lo guiaron hacia la orilla. Guiado por la voz de su padre, Andrés nadó en la dirección de donde procedía la voz, hasta que finalmente llegó a la orilla, donde su padre lo recogió casi muerto de fatiga y de frío.

 

Tú también navegas por el tempestuoso mar de la vida. A veces tu embarcación no resiste los embates de las fuertes olas: se vuelca y caes al agua. Entonces tratas de sobrevivir en el agua helada de la indiferencia, la incomprensión y las críticas, donde están los témpanos del pecado y las tinieblas de la desorientación.

 

No obstante, si dedicas tiempo a estudiar la Biblia, escucharás la voz de tu Padre celestial que te llama. Escuchar su voz fortalecerá tu fe y te dará las fuerzas necesarias para llegar a casa. El apóstol dice: «Vi también lo que parecía ser un mar de cristal mezclado con fuego; junto a ese mar de cristal estaban de pie [...] los que habían alcanzado la victoria» (Apocalipsis 15: 3). Hoy deja que su voz sea tu guía.

 

 

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