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EL TESTIMONIO DE PATRICIA

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«Y corregir con corazón humilde a los rebeldes, esperando que Dios haga que se vuelvan a él y conozcan la verdad, a fin de que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene presos para hacer de ellos lo que quiera» (2 Timoteo 2: 25-26).

La vida de Patricia nos muestra la misericordia de Dios que no se cansa de buscar a sus hijos perdidos. Desde que abandonó su hogar sin terminar sus estudios, Patricia se sumergió en un mundo de drogas, aborto y suicidio. En su trabajo en un banco, tuvo la oportunidad de conocer a Cristo por medio de dos compañeros cristianos, pero los rechazó. También ignoró el testimonio de su prima que había entregado su vida al Señor. Parecía que Patricia no quería saber nada de Dios.

 

Pero Dios no se rindió con ella. Le dio una cuarta oportunidad cuando vio un programa de televisión sobre la posesión demoniaca. Allí escuchó el relato de una mujer que había intentado matar a su hijo bajo la influencia de un demonio, pero que había sido liberada por el poder de Jesucristo. Patricia se dio cuenta de que Satanás era real y que había estado tratando de arruinar su vida con el alcohol, las drogas y el sexo ilícito. Se arrodilló en su habitación junto al televisor y le pidió a Dios que entrara en su vida y la salvara.

 

«Mi padre seguía orando por mí —dice Patricia—. Y Dios seguía llamándome, dándome oportunidades de encontrarme con él, hasta que finalmente escuché» .

 

Dios es un Padre amoroso que no quiere que ninguno de sus hijos se pierda. Él sabe lo que nos hace falta y lo que nos hace daño. Pero respeta nuestra libertad y no nos obliga a aceptar su amor. ¿Cómo respondemos nosotros al llamado de Dios?

 

La Biblia nos dice: «Que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y él tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar» (Isaías 55: 7).

 

Dios está cerca de ti y quiere perdonarte y restaurarte. Hoy es un buen día para aprovechar el ofrecimiento de Dios y rendirnos en sus brazos con la plena confianza de que él hará por ti lo que no puedes hacer por ti mismo. ¿Lo harás?

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