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Imagina que tienes un álbum de fotos de tu infancia y juventud. En él puedes ver tu historia: cómo has ido creciendo y cambiando a lo largo de tos años, cómo conociste de Dios, las cosas que has aprendido y las personas con las que te has relacionado. Ahora imagina que tienes el álbum de fotos de Jesús. ¿Qué verías en él? ¿Cómo era Jesús cuando era niño y joven? La Biblia no da muchos detalles, pero Lucas 2: 52 describe su juventud: «Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres» . Este es el único versículo de los Evangelios que describe la juventud de Jesús. Dieciocho años de la vida más importante alguna vez vivida se hallan condensados en dieciocho palabras que deberíamos estudiar una y otra vez.
Notemos los cuatro puntos que cuidadosamente se enumeran: sabiduría, estatura, el favor de Dios y de los hombres. Estos aspectos destacan en el desarrollo del joven Jesús.
A nivel personal, se desarrollaba mental y físicamente; en lo espiritual, mantenía una estrecha relación con Dios; y en el aspecto social, se relacionaba con los demás. Existe un peligro latente de que los seres humanos nos desarrollemos de manera desequilibrada. Consideremos el caso de una joven que, por estar empeñada en obtener calificaciones sobresalientes, descuida su desarrollo físico. Luego se enferma y, en consecuencia, pierde su año escolar. También pensemos en un joven atlético que no tiene tiempo para realizar sus tareas escolares. Algunas personas pueden aislarse de la sociedad para «acercarse a Dios» , mientras que otras pueden convertirse en amantes de los placeres, sin prestar importancia a ninguna otra cosa.
El joven Jesús era equilibrado en su carácter y personalidad. Aunque rechazó las escuelas tradicionales, estudió diligentemente las Escrituras, la naturaleza y la historia. Aprendió habilidades prácticas, trabajó intensamente y desarrolló un físico fuerte gracias a una alimentación sencilla y hábitos saludables. Este cuerpo saludable le permitió mantenerse firme en sus principios morales y llevar a cabo su misión divina con todo su empeño y dedicación. Cuando sigues el ejemplo de Jesús y haces lo correcto, Dios también pone su mano sobre tu hombro y te dice: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él» (Mateo 3: 17, NVI).