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CINCO CENTAVOS DE PAN

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«¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan? ¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho? Óiganme bien y comerán buenos alimentos, comerán cosas deliciosas» (Isaías 55: 2).

Antes de la Primera Guerra Mundial, un niño de seis años llamado Irving Greene le preguntó a sus padres, que habían emigrado de Rumania a los Estados Unidos, si le permitirían vender periódicos. Su madre le dio diez centavos de dólar y lo animó a probar suerte. El niño compró varios periódicos y los revendió. Aquella tarde regresó con quince centavos. Esperó la aprobación de su familia, pero una de sus hermanas se burló de él, diciendo:

— ¿Toda una tarde de trabajo para ganar cinco centavos?

El niño se desanimó, pero su madre tomó los cinco centavos, fue al almacén y regresó con un gran pan.

—Tus cinco centavos compraron este gran pan —le dijo al pequeño Irving—. Hoy ayudaste a alimentar a toda la familia.

 

El pequeño Irving aprendió una lección valiosa ese día: el dinero no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer las necesidades propias y de los demás. El dinero gastado inútilmente no trae ningún beneficio, pero el dinero usado con sabiduría puede hacer mucho bien. Años más tarde, cuando el señor Greene contaba este incidente, decía: «No creo haber comido un pan más exquisito en otra ocasión» .

 

El dinero es una bendición de Dios, pero también una responsabilidad. Debemos administrarlo con prudencia, generosidad y gratitud, reconociendo que todo lo que tenemos viene de su mano. Pablo aconseja: «A los que tienen riquezas de esta vida [...] mándales que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que tienen» (1 Timoteo 6:17-18). Este pasaje nos muestra que el propósito de Dios al darnos riquezas no es que las acumulemos egoístamente, sino que las compartamos generosamente con los necesitados, haciendo buenas obras que glorifiquen a Dios y nos preparen para la vida eterna.

 

Hoy es un buen día para examinar tu actitud hacia el dinero y tus prioridades en la vida. «Dios ama al que da con alegría» y lo recompensa abundantemente (ver 2 Corintios 9: 6-8).

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